En todo el mundo, todos los líderes le dan un uso político a la pandemia.
Desde los casos patológicos de Brasil, Estados Unidos y México -nunca olvidemos los ¡detente!- hasta los casos radicalmente opuestos de Nueva Zelanda y la República de Corea.
Ignoro a qué se refiere el presidente y su secretaria de la función pública con lo de que la pandemia les “cae como anillo al dedo”.
Obvio, se puede interpretar como la afirmación más descarnada y cruel imaginable, hasta una suprema y retorcida tontería.
Mientras sueltan sus nauseabundas declaraciones, intentan cabalgar la ola hablándonos un día sí y otro también de las vacunas que vendrán.
Vacunas que apenas sabemos son seguras y eficaces pero que aún tardarán meses en producirse y distribuirse.
La vacuna no está cerca. En el mejor de los casos está a un año de llegar a nosotros, quizá más.
Lo que ha llegado a Coahuila y a Durango son lotes de un prototipo de vacuna aún bajo estudio.
Hay un ansia desmedida por tomar atajos. Trump quería una vacuna para el 2 de noviembre, la víspera de las elecciones que perdió.
En Estados Unidos se habla de “cortar la burocracia” y avanzar ya a su fabricación y distribución. Olvidan la tragedia del llamado “Incidente Cutter”. En 1955, los laboratorios Cutter de Berkeley en California produjeron y distribuyeron 120,000 dosis de vacuna con virus activo de la polio.
Esto resultó en cuarenta mil infectados, diez muertes y 169 personas paralizadas permanentemente. Ei “Incidente Cutter”, uno de los desastres farmacológicos más grandes de los Estados Unidos, se debió a la prisa que obvió reportes claros de mala calidad de producción de las vacunas.
Ojo, esto no es un alegato contra las vacunas. Las vacunas han demostrado ser el avance tecnológico médico más importante en la historia de la humanidad.
Contarle esto es para que moderemos nuestro entusiasmo, prefiramos la cautela a la prisa y esperemos una vacuna segura.
Optemos por la paciencia, la misma que los políticos parecen no tener.
Mientras llega la vacuna, que llegará pero más tarde de lo que nos dicen los políticos, debemos insistir en las medidas que sabemos sirven: la reducción de la movilidad, el uso de cubrebocas, el distanciamiento y el lavado frecuente de las manos.
Son estas medidas, sencillas y sujetas a nuestra voluntad, las que nos van a ayudar a sobrellevar esta pesadilla que ha matado ya a demasiada gente, a tantos amigos y a tantos seres queridos.
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