Pintemos el mundo de naranja


El miércoles 25 celebraremos el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer” que, entre otras acciones, pretende visibilizar todas las violencias que por su condición de mujeres sufren ellas y sufrimos todos como sociedad, con estigmas heredados de una cultura patriarcal y machista en la que paulatinamente se han ido rompiendo los mitos en torno a lo que por muchos años fue invisible, bajo la normalización de la figura de poder de los hombres.

Con el lema “Pintemos el Mundo de Naranja”, el 25 de noviembre fue ratificado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999, luego de que 18 años antes, en 1981, el movimiento feminista latinoamericano lanzara la convocatoria en homenaje póstumo a la fecha en que fueron asesinadas en 1960 en República Dominicana las hermanas Mirabal, definiendo por violencia contra la mujer: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener por resultado un daño o sufrimiento físico, sexual, financiero o psicológico para la mujer, así como las amenazas por tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública, como en la privada”.

El estar en mi quehacer como servidor público, tan cerca de mujeres ejemplares que tienen toda una vida luchando por la erradicación de estas violencias, me ha hecho más sensible de lo que ya era gracias a la atención que en mi consulta privada tengo con relaciones codependientes, cuya base muchas veces está precisamente vinculada a las interacciones de machismo y sumisión y cuyo acompañamiento, en mi labor como terapeuta y coach, consiste en empoderar justo a las personas de sexo femenino.

Quizás por ello y por mi espíritu de periodista que me mantiene siempre atento a mi entorno, comparto una experiencia que observé el sábado pasado y que, precisamente, en apariencia, está inserto en el tema que estamos desarrollando.

En cita con el dentista, llegó después de mi una mujer que se percibía evidentemente inquieta y preguntaba si el doctor la atendería pronto. Después durante su espera y mientras yo era atendido, pidió que le preguntaran al médico si mejor podría darle una receta para retirarse. Finalmente la pasaron a evaluación y cuando la preparaban para una radiografía por posible lesión ósea, sonó su teléfono móvil y abruptamente se levantó del sillón y expresó: “doctor me tengo que ir, ya llegó mi marido a la casa y no sabe cómo se pone”. La señora se retiró, a pesar de los esfuerzos del odontólogo para que le dijera que se tardaba 15 minutos en diagnosticarle.

Hacia mis adentros, mucho antes de hacer púbico este episodio sin riesgo de poner en peligro a nadie, puesto que es un acto que pudo haberse dado en cualquier consultorio, en cualquier ciudad, en cualquier país, hacia mis adentros trataba de encontrar respuestas a las preguntas que rondaban en mi cabeza.

¿En pleno siglo 21, año 2020, siguen existiendo este tipo de interacciones de machismo y sumisión? ¿Cuántas décadas normalizamos acciones como ésta, con discursos como que la mujer debe atender al hombre? ¿Qué miedos habrá detrás de una persona que prefiere salir corriendo al llamado de su esposo en lugar de atenderse, ser diagnosticada, recibir la receta y comenzar su tratamiento? ¿Cuántas personas prefieren no inmiscuirse en ese tipo de incidentes, optando por normalizarlos e ignorarlos, porque nada se gana en meterse en la vida de los demás? Al final decidí compartir esta experiencia en mis redes sociales, manteniendo el anonimato de las partes, puesto que en realidad ni siquiera conozco el nombre de la señora. Lo hice como comunicador con vocación social y como especialista en codependencia que, semana a semana observa en el consultorio situaciones similares que, muchas veces lleva mucho tiempo hacerle ver a las mujeres que eso no es normal, nos trae en ocasiones el embate de los esposos, padres o hijos, bajo el reclamo de que estamos metiéndoles a ellas ideas absurdas y, es todo un proceso de transformación empoderarlas y darles alternativas para estar mejor, en todos los sentidos.

Por supuesto que he recibido reclamos de maridos que me dicen que con qué derecho les digo a sus cónyuges lo que les digo, como también he atendido a mujeres que acuden a la consulta con la súplica de que sus familiares no lo sepan, lo cual es innecesario cuando les refiero mi código de ética.

Por ello admiro a las terapeutas mujeres, ya sean entrenadoras (coaches), psicoterapeutas, psicólogas o cualquiera especialidad encaminada a empoderar a sus similares, a cambiar los guiones ancestrales de interacción y, a volverse líderes de opinión, como son todas las activistas y servidoras públicas que llevan en su “ADN” la lucha para la erradicación contra las violencias.

Aún pensaba en el incidente de este sábado, que podría haber pasado solamente como una anécdota compartida en Facebook, cuando, al seguir ayer el evento de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, en la “Presentación del Informe Anual de la Declaratoria de Alerta de Violencia contra Mujeres y Niñas”, escuché a la secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, una frase que me hizo dedicar al día naranja, mi artículo de esta semana.

“La violencia de género ya no es invisible, día a día desde el gobierno de México hemos generado sinergias sólidas para transformar las estructuras que durante años delinearon una brecha de género y fueron permisivas con las violencias hacia las mujeres”, expresó, “muchas de estas agresiones pasan desapercibidas en nuestra vida cotidiana, se disfrazan como bromas o pequeñas acciones discriminatorias”.

No puedo estar más de acuerdo con esta frase, justo al recordar lo que podría haber sido un evento inadvertido como el que observé el sábado pasado y que, seguramente, es muy común en una sociedad en la que, en algunos nichos se resiste al cambio y a esa transformación estructural.

Reflexionemos esta semana y todo el fin de año de este peculiar 2020: ¿qué debemos hacer cada uno de nosotros en nuestras diferentes áreas de acción e influencia, para poner nuestro granito de arena para construir una sociedad más justa, igualitaria, sin violencias contra las mujeres, ni discriminación alguna? Por lo pronto, dejemos de ver como normal cualquier tipo de violencia contra las mujeres y hagámoslas visibles.

Nos leemos la próxima semana.



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