En una reciente entrevista con InSightCrime, María Salguero, directora del Mapa Nacional de los Feminicidios, señaló que el 63% de estos crímenes fueron perpetuados por el crimen organizado. Como en un contexto de guerra, el cuerpo de la mujer en México también se ha convertido en una mercancía muy lucrativa: arma de venganza y de control territorial. La disputa por los territorios se escribe también en el cuerpo de las mujeres.
Mientras que entre el 16 de marzo y el 30 de abril, el Mapa reportó 405 casos de feminicidio —basados en las notas de prensa, en ausencia de información oficial completa— las cifras de la Secretaría de Seguridad Pública hablan de 144 casos. No realizar investigaciones adecuadas ni llevar a los responsables ante la justicia envía un mensaje de que asesinar o violentar mujeres está permitido en la práctica.
Además de la violencia feminicida, subsisten otras formas de violencia contra las mujeres expresadas en múltiples desigualdades que, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, vale la pena reiterar:
Las mujeres en México dedican 2.5 veces más a las tareas domésticas y al trabajo de cuidado que los hombres, lo que representa un promedio de 40 días destinados para tal fin, sin ninguna remuneración; mientras que la media para los hombres es de 16 días, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los hombres en México tienen un ingreso medio anual 54.5% más alto que sus pares mujeres, situando al país en la brecha salarial más pronunciada entre sus miembros.
La Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS) advierte que, únicamente, el 15% de las mujeres recibirá una pensión contributiva, es decir, 8 de cada 10 no lo hará.
Por su parte, la ONG Reinserta denuncia que las mujeres cumplen de media hasta 5 años más de condena que los hombres por el mismo delito.
Y así podría seguir enlistando, largamente.
La violencia no es casual ni coyuntural; en una sociedad cimentada en la desigualdad, la violencia contra las mujeres es legitimada y reproducida por todas las instituciones, incluidas las del Estado. No se equivoca el presidente López Obrador cuando apunta al capitalismo como responsable y a una estrategia general de atención a los sectores más vulnerables con miras a la reducción de la desigualdad. Pero sí se equivocan él y su gobierno en la desestimación de la gravedad de esta emergencia nacional que imposibilita tomar acciones concretas y eficaces en el corto y mediano plazos.
Los machos siguen protegidos por la impunidad, mientras sin resultados, desde las instituciones del Estado intentan frenar con punitivismo penal esta cacería de brujas. El sistema encuentra todos los días nuevas maneras de humillarnos y asesinarnos. Ojalá el “gabinete más feminista de México” encuentre y defienda otras tantas más para protegernos.