En un país donde la palabra se devalúa con semejante facilidad, la importancia queda en los vacíos de la extirpación de significados. Tenemos el vicio de un lugar estancado en lo declaratorio como instrumento para construir verdades que alientan a la mentira. La voz banaliza realidades con confesiones que no se dan cuenta que confiesan; en la perorata o en el absurdo, en la imposición de la verdad de un médico que no alcanza a entender los efectos de ser un mal político.
Nos adentramos en el relato oficial de la realidad por encima de ella, adoptamos la miopía de un gobierno que ve el éxito en su manejo de la pandemia con las limitantes de la opinión. Ceguera que acompaña la vanidad del Presidente. La opinión, hermana de la creencia, juega a la subjetividad entre miles de ataúdes. Cuánta opinión cabe en el mundo de la indiferencia. Escogimos de qué cifras hacer eco sin importar el silencio sobre las demás. Ignoramos el conteo de estimados, ignoramos el conteo de muertes excedentes. Nos conformamos en la indolencia que evita sumar la posibilidad de miles más.
Pasan los meses y sigue siendo necesario recordar que la gestión de la pandemia tiene responsabilidades políticas. Aquí eso no existe. No hay costos políticos en la voz del más fuerte.
El ocio se acomoda en la discusión pandémica de izquierdas y derechas, como si éstas fueran el motor del debate. Estetoscopios conservadores ofenden al poder con sus ojeras. Frente a la enfermedad respiramos la constante simulación de principios.
El mayor logro de la mezquindad ha estado en los gobiernos que diluyeron la frontera entre responsabilidades, promoviendo un discurso que adjudicó la misma carga para ciudadanos. Qué cómodo ha resultado proteger las acciones de otro gobierno mexicano para el que las vidas no bastan, ni llevan a plantear caminos distintos. Funcionarios hablan con tanta seguridad que evidencian su falta de aprendizaje, ese que trae dudas. Simpatizantes públicos de la administración escriben sobre encuestas como si fuera tierra para tapar las tumbas.
Lo elástico de la realidad se ha usado como argumento para relativizar la crítica, pero no hay elasticidad en los funerales ni espacio para relativizarlos.
@_Maruan