Actualmente el mundo está inmerso en un contexto en el que el cambio climático se ha convertido en un tema urgente en la agenda global. Las industrias, que representan uno de los sectores de mayor consumo energético, pueden convertirse en importantes agentes de cambio si invierten en energías renovables. Adicionalmente, hoy en día fuentes de energía como la fotovoltaica les permite a estas organizaciones mejorar su competitividad operacional, ya que se trata de un sistema económico y disponible en cualquier parte del planeta.
Aunado a esto, la producción de energía solar, entre otras energías renovables, traen consigo beneficios como la autogestión y control del gasto energético, amén de su cero emisión de gases de efecto invernadero o de cualquier otra sustancia contaminante. Por tal motivo, son proyectos atractivos tanto a nivel financiero como operacional que cada vez cobran más relevancia en el sector, tanto así, que en los próximos años se convertirá en un estándar para el mundo corporativo.
No hay quedarle muchas vueltas al asunto, la tendencia global se encamina hacia la transición energética; de lo fósil y finito a lo renovable e infinito (bueno casi, si tomamos en cuenta el tiempo de vida que le queda al sol y a la tierra). Este gran paso es histórico ya que representa, de hecho, ha sido gradual y lleve ya varias décadas, la transformación de nuestro sistema de producción y económico. Negar esta realidad o rehusarse a subirse al tren del cambio es poco estratégico y lejano a la actualidad global.
En ese sentido, celebro la reciente decisión del Fonatur, que dirige Rogelio Jiménez Pons, de invertir en plantas solares en el sur del país que servirán para mover al proyecto insignia de la actual administración, el Tren Maya. Esta es sin duda una alentadora noticia después de que una serie de políticas en materia energética que ponían en aprietos el desarrollo de las energías limpias en el país.
El plan de Fonatur consiste en dotar al Tren Maya de un sistema híbrido (diésel-eléctrico). Las plantas solares que servirán para ello buscan, además, involucrar a las comunidades por las que pasará el tren, logrando con ello el desarrollo económico del deprimido sureste mexicano. Este, sin duda, es otro significativo y necesario aporte que sitúa al proyecto del tren y a la 4T a la altura de las necesidades ambientales y energéticas del mundo.
Y esto no es cosa menor, desde que se anunció el proyecto del Tren Maya, hubo alrededor de este una serie de dudas sobre su impacto ambiental y su planeación. Algunos de esos legítimos cuestionamientos han sido corregidos sobre la marcha. La reciente decisión de Fonatur, el encargado de la gestión y administración del tren del sureste, de invertir en energía solar para el proyecto es una decisión acertada y que responde a los cuestionamientos sobre la viabilidad de una obra de tal magnitud e impacto.
Sin duda, el Tren Maya revolucionará al sureste mexicano, que ha padecido durante décadas abandono, marginación y pobreza. Y el hecho de que se incorpore al proyecto la generación de energías renovables significa también que este gobierno está en sintonía con la transición energética que vive el mundo hoy en día. En ese sentido, México tiene todo lo que se necesita para ser líder en ese sector, este primer paso de Fonatur debe significar un cambio en el discurso y en el diseño de políticas públicas en materia de energía por parte de la actual administración, por el bien de todos esperemos que sea así.