Este sábado regresé al teatro. No a ver una obra, sino a dar función de Monólogos de la vagina. Y se los cuento porque de primera persona puedo decirles que después de 20 años de este brutal texto de Eve Ensler en México, estar sobre un escenario, con un público real extraordinariamente espaciado todos y cada uno con cubrebocas, fue sin duda una de las experiencias más emotivas de mi vida. Sí, el 2020 realmente nos está dando lecciones.
Mientras narrábamos esas historias, que 120 mujeres han contado en este tiempo, algo pasó. La obra diría “comencé a sentir como una especia de reverencia vaginal”. Solo que esta vez fue por el teatro. Así, como la vagina, compañera de mi existir que a veces olvidamos que está ahí porque lo damos por hecho. Terminando la función, con lágrimas en los ojos le dije al 30% del público que podía estar en el Centro Cultural San Ángel, que jamás había sentido un teatro más lleno. Aun se me enchina la piel. Mi vagina y el teatro seguían ahí.
Sin embargo, alguien me comentó en redes que nos “actualizáramos” y que hiciéramos la obra en línea (cosa que por supuesto también están haciendo los grandes productores, empezando por Mejor Teatro y Ocesa). Pero que algo quede muy claro, eso no es “actualizarnos”, es adaptarnos a la situación. Qué maravilla que la comunidad teatral sea tan imparable y que tengamos tan extraordinarias obras en streaming en estos días difíciles. Pero el teatro debe volver de lleno, cuando sea seguro, y debe ser en vivo. Bendito sea el amor que lo mantiene en tiempos como este, como se pueda, pero nada, nada, nada como la experiencia comunal. Así que no esperen que todo este a un click de distancia, por favor en un futuro, por favor. La comodidad jamás superará la presencia.
Twitter:@susana.moscatel