Alfonso y el mar


¿Se acuerda de esa canción en que Alfonsina se va metiendo lentamente al mar para jamás volver? ¿Cómo iba? Y te vas hacia allá, dormida Alfonsina, dormida de mar. ¿Dormida de mar o en el mar? ¿o era vestida de mar? ¿Se acuerda que habla de los caballitos de mar que llegan por ella y la acompañan hasta lo más profundo? ¿Y que su pequeña huella que se iba marcando en la arena, jamás regresará? Algo así, ¿no? ¿Era Alfonsina o Alfonso?

Me va a decir que una era poetisa argentina y que el otro es un empresario mexicano, pero no estoy preguntando por el oficio, sino por la idea de andar por un camino desconocido, oscuro, hundido y pretender que ahí iba a poder sobrevivir. ¿A quién se le ocurre caminar por el fondo del mar y abrir la boca?

Lo primero que dijo es que él estaba de acuerdo con el Aeropuerto de Texcoco, que estaba seguro de que ese se iba a aprobar. ¿De dónde salían las burbujas que estallaban por todos lados cuando después le dijeron que no, de su boca o de la de alguien más? Tengo la absoluta convicción que ese fue el instante en que se ahogó. En esa primera bocanada.

Y claro que tenía razón, pero a estas alturas del cerro de Santa Lucía desde donde se mira la pista ladeada de nuestro futuro aeropuerto barato, eso es irrelevante. (Y, entre paréntesis, dejo constancia que lo de barato no lo digo yo, esa es la única cualidad que nos han dicho que tendrá nuestro nuevo aeropuerto. Ni moderno ni seguro ni amplio ni cómodo: barato. A veces hasta miedo da que no le encuentren otro adjetivo). Regresando a esa primera declaración desde el fondo del mar, el problema es que, por andar abriendo la boca se tragó tanta agua de mar que las inversiones se terminaron por salar. No hay manera que los inversionistas nacionales y extranjeros inviertan si no hay certeza, si no hay confianza y si por un lado se dice que hay que ahorrar, mientras por el otro se tira por la borda el dinero de Texcoco, sin perseguir otro destino que el fondo del mar.

Odiemos y maldigamos a los empresarios todo lo que nos dé la gana. El dinero es de ellos. Y si ahora queremos que hagan una empresa para dar trabajo a los demás, por lo menos hay que asegurarles que no se los vamos a robar. Lo mismo haríamos si se tratara de nuestro dinero, el que nosotros hemos trabajado y ahorrado.

Algo dice la canción sobre las caracolas y Alfonsina, no me acuerdo bien. Lo que no se me olvida son las caracolas que le dibujaban a Alfonso cada vez que les exigía a los empresarios que invirtieran, que le dieran sus ahorros a este gobierno.

Y luego vino el dicho, que este gobierno se manejaba como si el país tuviera un crecimiento del nueve por ciento cuando en realidad era un decrecimiento de esa misma magnitud. Y para allá, hasta el fondo del mar se fueron Alfonsina, Alfonso y hasta su oficina presidencial.

Como diría el líder empresarial, “no jodan”, en la fórmula que dice el Presidente que ha propuesto, hay una variable que a la fecha no ha podido despejar ¿qué inversionista va a poner el dinero para que todo funcione si se les trata así de mal?

Creo que la canción termina en que Alfonsina se va entre algas y coral y pide que si la llama él, le digan que no volverá. En el caso de Alfonso se va nada más, seguro que él no lo vuelve a llamar.

@olabuenaga



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