La oposición no ha logrado esbozar ni los trazos gruesos del país que quisieran lograr. Todo se reduce ahora a buscar ciertas alianzas para hacer contrapesos, y si lo que van a poner en el otro plato de la balanza es arroz o piloncillo, eso no lo dicen. O no lo saben.
Los partidos no han ofrecido nada. A menos que sea lo mismo que ofrecían antes de 2018 y que dejó el país como ya sabemos. No tienen mucho qué decir, salvo lo que está mal de la 4T: parece que ante ella solo buscan la 1R, la Primera Restauración, en junio próximo.
¿Qué ingredientes para la mejoría política pudieran servir a los partidos para responder a este México pobre, desigual, estancado y con instituciones mediocres y caras? Aún cuando sean generalidades, existen. Y pudieran impulsar un plan de vuelo.
Ahí está, por ejemplo, el Ingreso Básico Universal, al que regresó el ex candidato panista Ricardo Anaya en su reciente libro y que el PAN no se ha tomado la molestia de someterlo a examen. El IBU, comenta Anaya, “erradica la pobreza, reduce la desigualdad, elimina el estigma que pesa sobre los beneficiarios de los programas sociales, acaba con el clientelismo, promueve el espíritu emprendedor, ayuda a los más pobres a tomar mejores decisiones y mejora la salud de las personas… además, estimula el crecimiento económico y ayuda a que todos los mexicanos sean sujetos de crédito, a que se puedan incorporar a la economía formal y a que se valore el trabajo que normalmente no se paga. Sobre todo, a prepararnos para el futuro complejo que viene”.
Otro ejemplo: dada la cultura católica todavía vigente en el país, pueden ser inspiradoras algunas opiniones del papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti: “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico ‘derrame’ o ‘goteo’ —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales… sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica”.
Un tercer ejemplo. El empresariado mexicano, al menos una parte influyente, también ha buscado ahora exponer y someter a debate lo que ellos llaman el capitalismo social.
Este miércoles, el Centro Garza Sada de Monterrey, promotor de esta visión empresarial, organizó uno de sus eventos de conversación en donde se repitió la idea de que la empresa “no puede limitarse a crear riquezas” y que más bien debe ser “parte central del combate a la pobreza”. Plantean que la actividad económica es para el beneficio de las personas y no al revés. Que en un país tan desigual y de instituciones débiles hay que imaginar una versión más humana de la empresa, para el bienestar común. Y dar urgente apoyo a las pymes.
¿Alguien lo quiere tomar? La alta aceptación de AMLO a pesar de los pobres resultados podría leerse también como el reflejo del aún más alto rechazo hacia los otros partidos; como si fuera un acuerdo en que no vamos bien pero, después de otra decepción, no habrá ya de dónde agarrarse.
luis.petersen@FGTelevision.com