Hace mucho tiempo que la Poesía era un género literario importante, incluso más que la Narrativa. De hecho, en México y Latinoamérica el movimiento Modernista (1890-1910) fue vital, entre tantas razones, para romper con las estructuras las tradicionales, para darle un carácter intimista, para exaltar la naturaleza, aventurarse con nuevas temáticas irreales, exóticas, y algo sumamente trascendente: el uso del Verso Libre.
Corresponde al poeta nicaragüense Rubén Darío ser uno de los principales exponentes -e incluso iniciador- de este movimiento, seguido de Leopoldo Lugones en la Argentina; los españoles Antonio y Manuel Machado; el cubano José Martí; en tanto que en nuestro país sobresalen Amado Nervo, Salvador Díaz Mirón José Juan Tablada, entre toda una pléyade de autores que sería difícil de nombrar por razones de espacio.
La primera década del siglo XX fue escenario de revoluciones y guerras, pero aun así la Poesía mantuvo firme su postura de ser acorde con la realidad, y expresar el sentir de quienes atestiguaban el horror, la sangre, las miserias humanas, y la belleza entre tantos paisajes áridos y destruidos. Continuando con la tradición de Virgilio que guiaba a Dante por los círculos del infierno, los poetas del mundo entero siguieron su ejemplo, y con base a esas experiencias dieron inicio a otros movimientos donde el sufijo “ismo” fue su principal característica.
Con el paso del tiempo la Poesía ha evolucionado, logrando adaptarse al sentir de las sociedades. A pesar de la globalización en que vivimos, los Poetas -sin importar la temática-, no han perdido su identidad de origen, misma que los hace universales, permitiendo que sus versos puedan repercutir en otras lenguas y en otros puntos geográficos.
Es verdad que los nombres de los poetas y sus obras no son tan conocidos o populares como por ejemplo sucede con los autores de Best Sellers. Si alguien lo duda, puede comprobarlo en las presentaciones de libros, o en ferias tan importantes como la FIL de Guadalajara, donde las filas para obtener el autógrafo o tomarse la obligada selfie con el autor en turno que es narrador, bloguero, Yutubero, lo que sea; menos poeta.
Si a esto le agregamos que muchas novelas o cuentos tienen la oportunidad de llegar al cine o a las series en plataformas digitales, y que a decir de algunos libreros los poemarios no constituyen una buena inversión para colocarlos en sus estantes, podría creerse que la Poesía es un género marginal, lo cual no es cierto.
Los versos no son para multitudes. Tampoco son productos comerciales, ni establecen su contenido como sustancia efímera. La experiencia de la Poesía es íntima; espiritual; conmueve en unas cuantas líneas. Son un bálsamo para los solitarios, o una bocanada de aire limpio para quienes viven un duelo. Leer Poesía obliga a pensar, porque establece el camino a la reflexión, ilumina los sentidos y sacude el alma.
Sus lectores podemos ser pocos, pero orgullosos, como reza el alias de los marines. Aunque la Poesía sigue más viva que nunca. Este año, el Premio Nobel de Literatura y el Premio Cervantes de España, les fueron concedidos dos Poetas: la estadounidense Louise Glück y el ibérico Francisco Brines.
Dos buenas noticias en tiempos de Pandemia.