Somos ecocidas por naturaleza


Quizá muchos no lo noten pero tú y yo ¡Sí! 

Miro al cielo y la capa gris es tan espesa que podemos tocarla. Me asomo por la ventana y lo verde que observaba ya no está. Voy a La Huasteca y adiós lecho del río sobre el que caminaba con mis hijos. ¡Ahora hay una quinta en el medio! Freno mi auto para respirar algo de naturaleza y sobre la carretera que serpentea la sierra huele a chingos de basura tirada a destajo. Ayer decidí meterme al río Ramos y pasan flotando tantos vasos y platos desechables que me asquea.

¿Le sigo? Porque puedo escribir ejemplos infinitos de una realidad nuevoleonesa que nos acostumbró a convivir con un ecosistema mutilado y noto una ínfima preocupación al respecto. Una crisis que tengo muy presente porque desde que vivo en la Sultana (20 años) nunca había visto un deterioro tan exponencial de su entorno en tiempo récord.

Déjame profundizar con ejemplos específicos: A) Pedreras: Tan falsa su disminución como las promesas de campaña de gobernador. O si no, vayan para Cerralvo y vean la aniquilación animal y vegetal que la expansión de una nueva instalación ha causado. B) Empresas vs automóviles: debate que nos impusieron para distraer la corrupción enquistada de  grupos multimillonarios que tienen décadas contaminando mantos acuíferos y nuestro aire. C) Canibalismo urbano: Así defino la urbanización sobre las laderas arbóreas de los cerros y lo que ocurre en La Huasteca, un área natural protegida donde Semarnat, Profepa, autoridades ejidales, estatales y municipales han formado el mayor entramado de corrupción de esta época para ganar miles de millones de dólares.

¿Le sigo otra vez? Perdón, pero encabrona porque de este ecocidio ya no hay retorno. Un término que le escuché a la diputada Claudia Tapia en los últimos días, pero permítanme ser escéptico. ¿Cuándo han pagado por “delitos ambientales” en Nuevo León. ¿Pena de prisión de hasta 9 años? ¡Firmo ya! Pero como presionar por una iniciativa que persigue un gran ideal pero, que a su vez, resume la hipocresía regia en su máxima expresión.

Tengo años denunciando aberraciones ecológicas en el estado y cada iniciativa que ha llegado al congreso topa con pared. ¿Sabes por qué estamos tan mal? Preferimos callar y creer que el problema no es tan grave. Desinterés que los culpables aprovechan para poner dinero en los bolsillos adecuados y cajonear las denuncias que aparezcan.

¿Veo alguna solución? La neta no y me deprime. Debe quedarnos muy claro que presenciar una “involución ambiental” tan radical significa que ya no es reversible y nuestros hijos y nietos deberán lidiar con un Nuevo León que muchos preferirán evitar. ¿Crees que exagero? Asómate por tu ventana y dime lo que ves.



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