MORENA Y LA VOLUNTAD DEL PRESIDENTE
Felipe Guerrero Bojórquez
MORENA es un partido antidemocrático, donde su dispersa militancia no tiene ingerencia en las decisiones fundamentales por una sencilla razón: Porque es una organización dirigida por la voluntad de un solo hombre, es decir, por el Presidente López Obrador.
Nada en absoluto se mueve sin el ánimo del Presidente, cuyo férreo centralismo ha provocado que hoy, en el umbral de la decisión de la candidatura presidencial, enfrente serias fricciones internas que podría llevar a ese partido a la división y desbandada de algunas de sus corrientes.
A López Obrador le llevó al menos 25 años de lucha para arribar al poder, pero solo cuatro años para decepcionar a millones de mexicanos a los que, en vez de atender sus reclamos, les achaca no estar con su proyecto «transformardor» porque ahora responden a los intereses de «los conservadores».
No sabe otra porque hasta ahí le da su concepción en blanco y negro del país, y no le importa ofender la inteligencia de los ciudadanos y su derecho a disentir, como lo hicieron alguna vez con los gobiernos del PRI y el PAN y cuyos dirigentes nunca los tacharon de «liberales». A fuerzas AMLO quiere meter a la gente inconforme en los zapatos del PRIAN, cuando no necesariamente cuestionar al Presidente significa estar con aquellos.
El Presidente lo sabe, pero no le importa. En realidad lo que le interesa es aprovechar la inconformidad ciudadana en su contra para dividir al país en dos bandos, porque es su única manera de seguir alimentando la ceguera de sus seguidores, quienes repiten a pie juntillas sus epítetos y sus consignas. Ciudadano y periodista, analista, artista, intelectual, estudiante y académico que cuestione a AMLO y a su régimen, adquieren en automático la categoría de conservador o chayotero, que gusta repetir el vocerío mecánico.
Queda claro que el gobierno de AMLO está muy lejos de permitir que la sociedad civil y los partidos opinen en la idea del fortalecimiento de las instituciones, de la construcción y el desarrollo del país. Ha sido todo lo contrario porque para el Presidente el concepto de Sociedad Civil no existe: O eres blanco o eres negro. O estás conmigo o estás contra mi. Lo demás lo considera hipocresía. Muy propio de los radicales.
Como nunca México vive un procesos de involución constitucional, impulsado al dedillo de la voluntad del Presidente y que atenta contra la armonía que debiera prevalecer en un Estado de Derecho. Un proceso de descomposición de la vida nacional provocada por el arma favorita del Presidente: La confrontación.
A estas alturas, ya no es fácil componer el rumbo y queda claro que AMLO, a pesar del reclamo social, le seguirá de punta porque sabe que es la única manera de tratar de salvarse. Nada de conciliar, sino de reforzar el mensaje de que los «conservadores» son todos aquellos que se oponen a la 4T.
El Presidente arrastra al país hacia circunstancias impredecibles y su partido, MORENA, que debería ser el alimentador ideológico y conceptual principal del régimen, desconoce el debate y acepta solo consignas; lo que ahi hay es un credo y un Padre Nuestro; una feligresía a la espera del sermón del Mesías.
Dueño del gobierno y del partido, el Presidente ha impuesto modelos de dirección vertical y se a alejado, en nombre del pueblo, de toda opinión que no le es conveniente al grado incluso de alentar métodos que se contraponen al verdadero sentir de la gente. El plesbicito, la consulta e incluso las asambleas a mano alzada, lo suplantó por las encuestas, de las que echa mano cada vez que se trata de elegir candidaturas internas en el partido que controla férreamente.
La encuesta, es el método más alejado del sentimiento de la gente y de la militancia y por lo mismo el más manipulable. Quienes en MORENA aspiran a una candidatura no solo no tienen acceso a opinar sobre las empresas que aplican el proceso, sino que tampoco lo han tenido en el diseño metodológico, el universo de la encuesta y mucho menos a sus resultados.
La encuesta es lo más cerrado y antidemocratico en el caso de un proceso para elegir candidaturas constitucionales, porque es lo más alejado de la voluntad de la militancia y la sociedad, y porque sus resultados es lo más flexible y manipulable si se trata de orientar un interés.
La encuesta en sí misma no es una metodología confiable porque oculta la voluntad de quien emite una opinión; aquí el resultado es abstracto, sin rostro y nombre, contrario a lo que ocurre en las urnad a donde acuden militantes y ciudadanos de carne y hueso.
Hoy la exigencia de los aspirantes en MORENA, es que la encuesta al menos deje de ser un modelo ajeno a los candidatos y a la militancia; una encuesta con padrón amplio pero con rostro; una encuesta en la que los equipos de los aspirantes participen en su diseño, su universo y su aplicación; una encuesta en donde sus resultados se analicen por todos los aspirantes y se establezcan reglas para su impugnación o aceptación.
No una encuesta vertical, oscura, sin derecho a apelar y cuyos resultados solo conoce el dirigente, Mario Delgado, y el Presidente López Obrador.
Se trata pues, al menos, de «democratizar» un poco la encuesta. Si esto no se cumple, los aspirantes no solo se van a inconformar, sino que pueden retirarse, abrirse y abandonar ese de por sí galimatías estructural, sin pies ni cabeza, llamado MORENA.
Así de simple. No comulga con la 4t
Sr. Felipe usted 50 años en la politica y sigue jugandole al que «no entiende» a un personaje como el presidente. Pero se entiende, es una característica de los conservadores, aplicar la ingenuidad cuando les conviene.