Cuando el área en donde funciona un centro educativo sufre algún menoscabo, ya sea por ocupación de manifestantes o por las autoridades, por destrucción derivada de un temblor o terremoto o por causas de salubridad, de inmediato cesan sus actividades cotidianas y aparentemente desaparece mientras se regulariza su reapertura.
En estos casos se refiere al aspecto material de la escuela, pero esta es algo más que su edificación, y de ello existen varios casos a través de los años y en diferentes países, cuando por factores externos cesa en sus funciones. Durante las dos guerras mundiales, las guerras civiles o las invasiones bélicas, las escuelas se cierran. También cuando en el lugar en donde está asentada se concentra un movimiento telúrico, como cuando se cayó la Ibero, el alma mater de varios tamaulipecos…
En una película mexicana, el cacique del pueblo ordena cerrar la escuela, pero el profesor se lleva a sus alumnos bajo un árbol y allí enseña.
Es el caso actual, por causa de la pandemia que nos azota desde poco después de iniciado el presente año. Pero la escuela no desaparece porque se trata de una institución subjetiva, por la mentalidad y los valores que surgen de esa materialidad: una escuela simbólica.
La escuela hoy es otra y la autoridad escolar no puede decidir como si fuera el establecimiento concreto. No puede esperar resultados iguales a los de la escuela presencial. El programa Aprende en Casa II (ACII) amortigua efectos que la pandemia acarrea al sistema escolar; pero al final, la desigualad educativa y social será mayor. La educación a distancia obliga a docentes y padres de familia a experimentar nuevos retos.
La escuela que está cerrada es la física, la material, la que tiene salones y donde conviven docentes y alumnos. Pero sobrevive la institución subjetiva.
Si bien la pandemia pulverizó rutinas arraigadas, los atributos culturales, los usos y formas de ejercer la pedagogía exigen una adaptación que debe llevar a una práctica completa y persistente.
Hoy, los alumnos que no tienen conexión a la red tienen que ver, al menos, tres programas de televisión por semana y hacer tareas homogéneas.
Tal vez por ello -y por razones prácticas- muchos docentes reclaman que ACII no satisface las expectativas de la sociedad y les acrecienta el trabajo, violenta sus derechos laborales. En efecto, hay profesores de secundaria que tienen hasta ocho grupos (la doble plaza) y otros que tienen cuatro, más de 100 alumnos. Se acabaron los horarios. También se modificaron las pautas de planeación y diseño de clases y tareas, pero las autoridades esperan que la evaluación sea igual que antes.
Además, muchas maestras también son madres de familia y tienen que representar dos papeles. Por una parte, cumplir con su función docente, enviar y revisar trabajos, contestar correos, estar al pendiente de las dudas de padres de familia, efectuar reuniones virtuales, y cuidar de su estado emocional. _