CHISPAZO
Felipe Guerrero
EL NARCOESCÁNDALO
No es que hasta ahora haya pruebas específicas, concretas para acusar al presidente López Obrador de estar vínculado directamente al crimen organizado, pero priva en el ánimo de millones de mexicanos que su política de abrazos y no balazos, ha permitido el empoderamiento de estos grupos.
No se trata de acusar, sin pruebas, a AMLO de recibir directamente dinero del narcotráfico para sus campañas en 2006 y 2018, se trata del fracaso de la política de seguridad pública que se refleja en más de170 mil homicidios y que supera a los sexenios anteriores.
Independientemente de que haya o no pruebas específicas de la relación del narco con AMLO, lo que existe, lo que es una realidad, es la manga ancha con la que se mueve y actúa el crimen organizado en México; y es su crecimiento, no solo en número, sino en el control de instancias gubernamentales y de la vida cotidiana de millones de mexicanos.
Más allá del tráfico de drogas, el huachicoleo y otros rubros, el negocio del crimen se ha extendido y son cientos de municipios, localidades y ciudades donde el cobro de piso está presente, desde el transporte público, el transporte carretero, el comercio en todos sus niveles y las actividades productivas primarias, principalmente en la agricultura. Es decir, no se trata de una percepción de la gente, de un invento, se trata de una dramática realidad que se vive a diario.
Aunado a lo anterior, y por lo mismo, el pleito por las plazas entre los grupos delictivos se ha convertido en guerra permanente y en ajustes de cuentas que han terminado en masacres. No hay pues, por parte de los malos, la mas absoluta correspondencia hacia el régimen a través de los abrazos. Puros balazos.
Es justamente por esto que para millones de mexicanos existe la sospecha fundada de que el gobierno, por colusión o por omisión, ha permitido que los grupos delictivos hagan y deshagan; y la mejor evidencia de todo esto es que las fuerzas de seguridad, principalmente el Ejército y la Guardia Nacional tienen órdenes supremas para no enfrentarlos, partiendo de la divisa que, más que criminales, «también son seres humanos».
Ante esto y ante un clima electoral que calienta los ánimos de una sociedad polarizada, surge el grito de «narcopresidente» que ha calado mucho en el ánimo de López Obrador, más aún cuando algunos medios internacionales, con razón o no, atizan la olla de presión en el contexto de los procesos electorales tanto en México como en Estados Unidos.
La campaña formal, constitucional, aún no empieza, ¿qué más veremos en el escenario polarizado de una lucha a muerte? Unos por instaurar un nuevo régimen bajo una nueva Constitución para hacerle justicia al «pueblo», y otros por defender la «libertad y la democracia».
Por el momento asistimos al inicio del primer capítulo del narcoescándalo.
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