Hay quien desacredita al escritor cuando no se explaya, pero está equivocado. Economizar palabras resulta una prueba de ingenio distinta a la que implica escribir algo de largo aliento. Aunque los géneros literarios son inequiparables, pueden lograr concentrar la misma profundidad como poesía, cuento, novela y ensayo. Para corta extensión, el relato de Saki (1870-1916), seudónimo de Hector Hugh Munro, cuya identidad prosística estuvo inspirada en la Inglaterra decimonónica.
La reticencia de Lady Anne (editorial Siruela) lleva por título el texto que encabeza esta compilación en la que Saki hace gala de maestría, ahorra vocablos y aunque evita detalles, precisa. Entre el artificio y la hostilidad, un cuento surge a disposición del posterior. Para hallar congruencia entre ellos debe atribuírseles una significación personal; el autor se inclina hacia lo sincero y explícito: palabras que expresan todo en sí mismas. Sin embargo, cede a la imaginación del observador.
Los doce breves relatos carecen de orden particular, fueron inspirados en historias populares: un joven asilvestrado del bosque que come niños, el hombre lobo o el gato que habla. Hay también rasgos autobiográficos: alguien funge como bastidor humano para que el “gran tatuador” italiano Pancini plasme sobre él su obra maestra. Dos hermanos encuentran la cura del desasosiego a costa de lo macabro. Y hasta existen ancianas que practican brujería.
Sus personajes solícitos desempeñan cualquier papel con intensidad casi dramática; pero donde termina el comportamiento humano, Saki comienza la sátira. Es un narrador que desde el inicio manifiesta lo anecdótico. Bromea acerca de asuntos cuyo carácter siniestro sobresale. Pone en duda nuestro sano juicio al dotar a algo imposible de verisimilitud.
@erandicerbon