CHISPAZO
Felipe Guerrero Bojórquez
¿DESLINDE? ¡QUE SE OLVIDEN!
No se requiere ser pitoniso para dibujar escenarios de lo que en algunas circunstancias puede pasar. Es el caso del informe de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre sus 100 días de gobierno.
En el «Chispazo» del pasado viernes, publicado en este espacio, adelantamos, más menos, los rasgos fundamentales de su discurso: No nos equivocamos. También el escenario: Zócalo lleno con acarreados de todo el país para aplaudir a la figura presidencial, como lo hacía el viejo PRI de los 70 con sus presidentes en turno. Ni más ni menos. ¡Ahhh! Y quedó muy claro que la figura de Andrés Manuel López Obrador no solo es intocable, se reivindica.
La ceremonia presidencial, en el caso de los regímenes populistas, se vería incompleta ante la ausencia de la militancia del «Partido» que, al mismo tiempo, forman parte de la burocracia gubernamental. Es decir, entre el partido de Estado y el gobierno no hay diferencia. Se entrelazan, se funden, se vuelven uno hasta lograr una poderosa maquinaria que todo lo centraliza. Y a eso le llaman «democracia».
Habría que ver esa foto de las y los gobernadores de los estados arropándose con la figura de la presidente Sheinbaum. Imagen en la que por cierto al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, apenas se le ve el copetito y los lentes. En política, principalmente, las formas juegan un papel relevante, aunque las posiciones de los actores, como en el caso de esa fotografía, hayan sido circunstanciales. Lo que pasa es que atrás de cada personaje, como Rocha, hay especulaciones y antecedentes, y esto, quiérase o no, se convierte finalmente en el fondo detrás de la forma. Lo menos que pueda ocurrir es el reciclaje de las murmuraciones convertidas en memes. ¿Y el Rochaaaa? Finalmente la tendencia en la 4T, y de Sheinbaum como Andrés Manuel, es defender con todo a todos. Cobijarse todos. Aquí no hay culpables aunque se demuestre que los hay. A menos que un factor externo ponga en peligro al grupo. Ahí sí, la o las cabezas se entregan.
También lo adelantamos en la citada columna: Que la Presidente le respondería desde la plaza pública, henchida de nacionalismo ante la masa, a Donald Trump a quien, efectivamente, le dijo que habría colaboración no sumisión. «Eso sí, siempre tendremos la frente en alto, México es un país libre, independiente y soberano. Y como lo he dicho, nos coordinamos, colaboramos, ¡pero nunca nos subordinamos!, dijo Sheinbaum ante gritos de ¡Presidenta! ¡Presidenta! ¡Presidenta!
Justamente lo que quería escuchar no solo Claudia, también Trump, quien seguramente responderá al estilo del pesaje de los boxeadores antes de subir al ring. Sobre todo en tratándose de un peso completo contra un peso pluma, o quizá mosca o minimosca, pues. Pero en fin, un grandulón abusivo que amenaza con invadirnos, agarrado de la idea de que los cárteles gobiernan México. Efectivamente, hay algo de relativa verdad en el tema, pero hay también una convenenciera desproporción en la amenaza.
Trump también es un populista de primera línea, pero convertido en tiburón del agandalle. Un tipo marrullero que sabe jugar a la mala. Un extremista que no se tienta el corazón para lograr sus propósitos. No hay que ser psicólogo para conocer su personalidad. Basta con escucharlo. Burlón, déspota, racista, misógino y buscabulla. Esperemos que algún día le de su lugar a nuestra Presidenta, que tampoco hace malos quesos para eso del discurso desafiante.
Que hubo 380 mil morenos en el zócalo, contabilizó la autoridad de la CDMX, aunque el año pasado casi con la misma cantidad, a la Marea Rosa le endilgaron apenas 80 mil ciudadanos. Así es esto de la contadera, depende de los lentes con que los veas. Por supuesto que el zócalo estuvo a reventar y ahí convivieron los «Servidores de la Nación» y demás burocracia militante de todos los rincones del país, a los que les «facilitaron» el transporte, la comida y el hotel. ¿Cuánto nos costó a los mexicanos la parafernalia? Un chingo de lana, la que sea, pero las masas son el sustento de la Cuarta Transformación, el pueblo convocado por su máxima líder cuyo espíritu se fortalece al grito de ¡Presidenta! ¡Presidenta! ¡Presidenta!. Luis Echeverría y José López Portillo se sentirían muy orgullosos de saber que su Tlatoani ronda aún, incólume, por entre el primer cuarto del siglo 21.
Lo dijimos en esa columna: La Presidenta Sheinbaum nunca se deslindará de Andrés Manuel López Obrador. Por el contrario, ha manifestado que se siente orgullosa de la herencia denominada «Primer Piso de la Cuarta Transformación» y que ella va por el «Segundo Piso», fortaleciendo lo recibido y
construyendo sus propuestas hechas al «Pueblo de México», categoría clave en el andamiaje de la 4T. Así que los adversarios de toda índole y aquellos que siguen esperando el «deslinde», todo indica que se van a quedar con las ganas.
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