CHISPAZO

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DE NUEVO, EL GRITO DE ¡FUERA ROCHA!
Felipe Guerrero Bojórquez.
El gobernador lanzó su convocatoria a la unidad de los sinaloenses y en la que destacadamente enfatizó: «los enemigos son la delincuencia, no el gobierno. Pero el comunicado “conciliador” solo le duró una hora, porque ante una pregunta del periodista José Manuel Salas volvió a ser él, el Rocha que todo mundo conoce. Perdió la cordura y se lanzó contra lo que el considera “un puñito” de manifestantes, los que pidieron su salida durante la multitudinaria marcha ciudadana del pasado domingo.
Anoche, en el estadio de Los Tomateros, en la final contra Charros de Jalisco, volvió a estallar el grito de ¡Fuera Rocha”; un estadio repleto cuyos aficionados, al unísono, alzaron de nuevo la voz y pidieron la salida de Rocha Moya. ¿Un puñito? Tratar de negar la realidad nunca ha sido bueno, porque ésta, como la verdad, tarde que temprano se impone.
Hasta ahora, a Rocha se le dificulta aceptar que como gobierno tiene responsabilidad ante la violencia que miles de sinaloense, directa o indirectamente, padecen, a pesar de que la constitución lo obliga a velar por la seguridad de sus gobernados.
Ante un gobierno, el pueblo no tiene responsabilidad de sus ineptitudes o de sus complicidades; por el contrario ante hechos contrarios a las obligaciones constitucionales de sus gobernantes, los ciudadanos tienen el legitimo derecho de exigirles que cumplan para lo que fueron electos.
Y esto no es un asunto de partidos, es un asunto de política institucional en materia de seguridad. Quien en realidad está partidizando el conflicto es MORENA y el gobierno, no los ciudadanos. Ya veremos ahora qué le responden a la muchedumbre, no a un “puñito”, que anoche volvió a manifestar su repudio contra el gobernador. No hace mucho Rocha presumió que en Sinaloa había estadios llenos; hoy se podría agregar que en su contra.

Por más esfuerzos que hagan algunos oficiosos en tratar de comparar cifras del pasado, para justificar y normalizar la violencia del presente, lo que ocurre hoy en términos de impacto social no tiene precedentes. No hay registro histórico de un rechazo social con tanta indignación como la que estamos viviendo contra Rocha. No es solo la circunstancia del 25 de julio, cuando el secuestro o entrega de Ismael «El Mayo» Zambada y el asesinato de Héctor Melesio Cuén desató a los demonios, y puso al descubierto toda una trama en la que se involucró al gobernador, sino que el desgaste paulatino de la administración estatal ya venía dándose de tiempo atrás.

Sólo es cuestión de voltear hacia el pasado para preguntarnos sobre los resultados tangibles de la administración rochista. ¿Qué obras de infraestructura pública, de gran calado, se podrían destacar hasta ahora de la administración estatal? Qué hay en educación, cultura, ciencia, deporte. Es decir, en estos rubros ¿cuál ha sido la aportación y trascendencia del rochismo? La falta de resultados están a la vista. Al gobierno de Rocha, como a la mayoría de las administraciones morenista del país, se lo tragó el capricho voraz de López Obrador por construir obras faraónicas aún inconclusas, que tienen al país al borde de la quiebra financiera. Por ahí, por ese tobogán insaciable, se fueron todos los recursos del país al grado de dejar sin obra pública a los estados, y sin mantenimiento a la infraestructura básica, sobre todo en materia de salud y educación. Los sinaloenses, en los tres primeros años del rochismo, pagamos los platos rotos.

Pero aún hay más: Sinaloa padece de un gabinete estatal conformado, en una buena parte, por funcionarios grises, donde algunos carecen de títulos escolares y antecedentes en la responsabilidad que ejercen y, por lo mismo, son desconocidos, con vínculos sospechosos por tener ligas familiares, de compadrazgo, amiguismo o por compromisos de negocios. También en el gabinete los priistas, contra los que votó la gente, brillan como en sus mejores tiempos. Todo ello sin el menor recato moral y político, frente al verdadero morenismo indignado, y de cara a una sociedad que observa impotente como se multiplican los vicios del pasado.

En la álgida coyuntura social de protesta ciudadana contra su gobierno, Rubén Rocha se ve obligado a publicar un llamamiento no solo a medias, sino a toro pasado, es decir, lo que debió haber hecho hace tiempo, al inició de un conflicto que minimizó y negó hasta donde pudo, hoy lo reconoce también a repelones, porque de manera implícita lanza el mensaje de que él no es parte del problema y, sin embargo, tampoco ha sido su solución a pesar de su obligación constitucional.

Por lo pronto el gobernador Rocha dice que no tiene porqué renunciar y la Presidenta Claudia Sheinbaum afirma que, contrario al pasado, ella no quita ni pone gobernadores. Los otros presidentes también lo negaban por razones obvias, pero lo hacían. Aquí el mensaje de la mandataria es que si Rocha por alguna razón renuncia, es que ella no metió las manos. Para el caso es la misma.

En la llamada telefónica transcrita de lo que hablaron la Presidenta Sheinbaum y el Presidente Trump, hecha pública por diversos medios, el estadounidense manifiesta que su gobierno tiene una lista de políticos involucrados con el narco, pero que en su momento, dentro del plazo de tres meses si México no actúa y da resultados, ellos, los gringos, lo harán. ¿Estará Rubén Rocha dentro de esa lista de quienes hasta ahora se han mostrado implacables en sus compromisos? Y la pregunta viene a colación por el señalamiento reiterado, últimamente por el empresario y activista social Manuel Clouthier, de que la campaña electoral rochista recibió financiamiento de los grupos de facto y que, por lo mismo, forma parte del problema de violencia que padece Sinaloa. Para otros, al gobernador Rocha ya lo rebasaron los tiempos, al grado de afirmar que ya no es “un interlocutor válido» en el conflicto.

En una palabra, ¿hasta dónde la convocatoria del rochismo para que la sociedad se una a su gobierno, “porque el enemigo son los delincuentes”, la creerá y por lo mismo aceptará la gente? Anoche, en el mejor escenario donde converge el pueblo sabio y bueno, en el estadio de béisbol, ya tuvo una reiterada y contundente respuesta: ¡Fuera Rocha!
Se insiste: El gobernador tiene la obligación constitucional de velar por la seguridad de la sociedad, misma que tiene el legítimo derecho de exigirle que cumpla y, de no hacerlo, demandar su salida. Efectivamente: El pueblo pone y el pueblo quita. ¿Cómo? El fuera Rocha ya se convirtió en el grito de batalla de la inconformidad ciudadana. No de un “puñito”, como está ampliamente comprobado.

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