
SOLOS, AMENAZADOS Y DESPROTEGIDOS
CHISPAZO
Felipe Guerrero Bojórquez
En Sinaloa, entre septiembre del 2024 y mayo del 2025, se han robado casi 5 mil vehículos y en ninguno de los casos, absolutamente en ninguno, las autoridades han sorprendido infraganti a los delincuentes, a pesar del altísimo número de elementos de seguridad que «nos protegen». Lo mismo ocurre con las más de 1500 desapariciones forzadas, en las que hasta ahora lo único que se sabe es que se trata de un delito a la alza y con los mayores niveles de impunidad.
En el caso de los vehículos robados a la autoridad le da por hablar de «recuperaciones», cuando en la inmensa mayoría de los casos los delincuentes abandonan las unidades. Y en el tema de las personas desaparecidas o secuestradas, cuando algunas de ellas logran salir de su cautiverio, no es porque las autoridades las hayan rescatado, sino porque sus victimarios, por alguna u otra razón, las liberaron.
La impunidad no solo deviene de no aplicar la ley, también del consentimiento hacia quienes de manera cotidiana delinquen en contra de la tranquilidad de los ciudadanos y su patrimonio. Si no contamos con cuerpos de seguridad preventivos en términos de cumplir con esta función, mucho menos vamos a esperar que las demás instancias procuren y hagan justicia.
Solo un ejemplo concreto: ¿Que espera la sociedad de cuerpos policiacos locales que se enfrentan entre sí? Elementos uniformados, fuera de turno, con armamento personal y utilizando unidades oficiales, custodiando heridos en un nosocomio de Culiacán. Policías municipales que fueron «atorados» por policías estatales. Y la Guardia Nacional en la comunidad serrana del Aguajito, en Sinaloa Municipio, esposando y arrodillando a una joven pareja, ella embarazada, y luego, de acuerdo al testimonio de un familiar, acribillándola sin que hasta ahora la autoridad ofrezca una postura oficial. Prefieren guardar silencio. Tratar de ocultar. ¡Terrible! Eso retrata exactamente la conducta policial, sus quehaceres, sus prioridades, sus métodos, sus compromisos y de paso en donde, y ante quien, estamos parados los ciudadanos.
En Sinaloa, particularmente, somos una sociedad que transitamos al garete; ciudadanos cuya expectativa más elemental e inmediata está en salvarse del entorno violento, propiciado por la impunidad y la protección a los delincuentes. Lo primero que nos sobresalta, a la hora de salir a la calle, es que no contamos con autoridad que nos proteja de cualquier ataque a nuestra integridad. Estamos solos aunque todos caminemos al tiempo por la misma calle. Y ante un ataque, ante un hecho violento, nadie se mete porque sabe que los delincuentes son capaz de todo, de causar muertes porque la gobernanza está en sus manos. Hacen lo que quieren.
¿Y los poderes? Los poderes constitucionales son entes débiles, sometidos y comprometidos con esa estructura de la que en su momento recibió apoyo económico. Amor con amor se paga, les encanta decir. Por ejemplo, ya sabemos que la cadena de «justicia» local, desde las fiscalías hasta el Poder Judicial, son generalmente instrumentos para ajustar cuentas políticas, no para llevar ante la justicia a los verdaderos criminales. ¿Y el poder legislativo? Dan pena ajena las y los legisladores, muy «preocupados» por los «ponchallantas» y por los «halcones», los más débiles en la cadena de los grupos de facto que, con ley y sin ley, seguirán realizando su función y afinando sus métodos. Mientras esos señores legisladores sigan sometidos al Poder Ejecutivo, no pasarán de ser meras comparsas o cómplices de la terrible impunidad que priva en el estado.
Lo mismo ocurre con esos llamados «Consejos Ciudadanos», que sirven únicamente para darle formalidad a un organigrama, pero que no representan el sentir de la gente. En todo caso, sus representantes actúan más como funcionarios del gobierno, porque solo han servido para justificarlo y avalar sus maquilladas cifras.
Hay otras agrupaciones que les da por querer «construir la paz», y puede quizá ser un esfuerzo loable, solo que lo quieren hacer al lado de quienes la destruyen y, la verdad, aliarse para ello con el gobierno es perder el tiempo, lo mismo que pretender darle consejos a funcionarios cuya conducta no ha sido transparente y decidida a favor de la justicia.
La verdad, lo único que puede salvar al ciudadano, y a su familia, del peligro permanente en el que vive, es el ciudadano mismo; y para ello se requiere echar del poder, con valentía y determinación electoral, a quienes se han convertido hoy en un verdadero peligro para la paz, el desarrollo y el futuro de nuestras próximas generaciones.
(Feed generated with FetchRSS)