CHISPAZO Felipe Guerrero Bojórquez

CHISPAZO Felipe Guerrero Bojórquez



CHISPAZO Felipe Guerrero Bojórquez
¡Fuera máscaras! La realidad ya no cabe en el cuento

Atrapada en su propio guion, la presidenta Sheinbaum ya no sabe a qué santo culpar. De tantos inconformes que han emergido hoy, su cuadrada imaginación solo le alcanza para etiquetarlos de neoliberales y derechistas, sin dejar de culpar a sus villanos favoritos, los expresidentes. La cábula es la misma de siempre.

Ahora resulta que productores, transportistas y sectores enteros del país también están “manipulados”, como si sus tragedias, pérdidas y quiebras no fueran razones suficientes para bloquear carreteras, tomar casetas y aduanas.
Solo le falta decir que la izquierda tiene el monopolio constitucional para tomar la calle, y que los demás —los que ya no creen en los milagros del régimen— son mensajeros del demonio vendepatrias.

La herencia maldita de López Obrador le está estallando en la cara. Y a un año de gobierno, por más gráficas que exhiba en Palacio, el crecimiento económico es nulo, la inflación hizo trizas al salario y elevó precios, el crimen mantiene su ruta imparable y, pese al discurso triunfalista de García Harfuch, el núcleo operativo de los cárteles ni se despeina. Goza de cabal salud.
La estructura funcional del crimen es intocable, igual que antes, pero hoy solo rodeada de barullo distractor.

Mientras los innumerables males del país crecen, aquella fantasía sostenida por López Obrador —mitad sofisma, mitad audacia verbal— del país de la felicidad, ya nadie la compra; menos cuando la repite Sheinbaum, sin carisma y sin una base mínima de realidad.

Después de siete años de poder absoluto, el país verdadero empieza a emerger debajo del otro país: el de papel maché. Y ese despertar —doloroso, urgente, inevitable— es el que hoy se estrella de frente al púlpito presidencial.
Porque no es lo mismo mentirle a un país esperanzado, como lo hacía AMLO al principio, que hoy pretender dibujar castillos en el aire frente a un país decepcionado, indignado… y cansado.

Lo que inició hace siete años como un cuento nórdico, con dibujitos donde todo se desarrollaba en Dinamarca y el pueblo era «feliz, feliz, feliz», hoy para millones de mexicanos se parece más a un infierno, en donde los villanos de los «abrazos y no balazos», andan más desatados que nunca matando, extorsionando, secuestrando, robando. «Pero no pasa nada» . Y como dijo “el Rocha”: “En Sinaloa se vive perfectamente bien».

Pero, a parte, del descalificador discurso contra quienes protestan, Sheinbaum hace hoy lo que tanto criticó como oposición: Instala vallas dobles frente a palacio y utiliza a la policía para reprimir. Lo que para ella y AMLO antes era parte del autoritarismo, hoy lo ejercen argumentando que se «cuidan los edificios históricos y la seguridad de la gente». Por supuesto, los ciudadanos libres no le creen. Este 25 de noviembre habrá una marcha por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y el zócalo de la CDMX y calles aledañas ya están atestadas de granaderos.
Se entiende, un Estado autoritario lo primero que hace ante la protesta ciudadana, es hacer uso del Ejército y la policía.
Fuera máscaras. El discurso propagandístico ya no funciona porque ha sido rebasado por la realidad dramática y, en consecuencia, emerge la verdadera índole de los intolerantes: La mano dura y la represión. No solo el descarado discurso de persecución, y amenaza abierta contra los ciudadanos que protestan, es hoy el espíritu central del régimen autoritario que encabeza Claudia Sheinbaum, sino las vallas, el Ejército y la policía lo ratifican.

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