Si la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EU significó una afectación a su democracia (ya se encuentra en el lugar 36 de 179 países considerados, según datos del Democracy Report 2020 del V-Dem Institute), la jornada electoral del día de ayer y su desenlace le significará uno de sus mayores desafíos.
La pandemia que se vive, obligó a que en esta elección se emitieran casi 100 millones de votos anticipados, contrastando con los 57 millones de hace cuatro años y que corresponden a más del 70% del total de sufragios de 2016.
Como en los Estados Unidos (EU) la elección presidencial la organizan los gobiernos de los estados, en algunos de ellos esos votos se pueden empezar a contar desde antes; en otros, debe ser el mismo día de la elección (lo que hace difícil que el cómputo pueda terminar en unas cuantas horas); y, en otros, se permite registrarlos días después de la elección.
Se supone que la mayoría de esos votos tempraneros son para Joe Biden, por lo que Trump habla de un supuesto fraude de los demócratas en el voto anticipado. Por tanto, lo más seguro es que no reconozca los ya emitidos y contabilizados, ya sea antes o durante el mismo martes 3; y mucho menos los que se contabilicen después. Paradójicamente, su postura implica negar valor a su voto que él mismo anticipadamente emitió en Florida el pasado día 24.
Intentar desconocer el valor de millones de votos emitidos puede causar graves problemas sociales y dañar aún más –de lo que ya lo ha hecho Trump con su discurso de odio y de inaceptabilidad de la derrota- la democracia norteamericana.
Lo más seguro es que pasen algunos días más para que se puedan conocer los resultados definitivos de las elecciones del día de ayer.
Y lo peor sería que los resultados preliminares o la postura de alguno de los candidatos provocaran disturbios sociales, algo inimaginable en los EU hace algunos años.
Por eso Biden habla de “recuperar nuestra democracia”. Y tiene razón: Trump, se ha encargado de dañarla como nadie, utilizando métodos democráticos.
En los Estados Unidos la recuperación de su democracia pasa necesariamente por la prohibición y penalización del discurso del odio y por actualizar su arcaico sistema electoral.