Me corrieron por extenderme en esta columna
Una de las mejores frases del fundador de los estudios de animación Pixar, Edwin Earl Catmull, en su libro Creatividad, S.A., reza que “La creatividad es una alquimia de varios”, pues, aunque nace de la inspiración del individuo, se enriquece y perfecciona con la participación de todo un equipo.
En política, la creatividad es una gran aliada, además de indispensable, siempre y cuando se desprenda de una estrategia y la desdoble y no surja como mera ocurrencia, tal como sucede en muchas campañas en las que aparece de la nada y termina resultando ineficaz, absurda, cuando no, contraproducente.
Para Peter Watson, autor de Ideas, uno de los mejores libros de los últimos tiempos sobre la historia del pensamiento humano, la capacidad de crear es la que realmente nos asemeja a Dios, por encima de la ciencias y la historia misma, ya que según este autor, la historia la escriben los ganadores a su manera y al paso del tiempo, la ciencia realiza hallazgos que suelen controvertirla; mientras que esta última va cuestionando y refutando sus propias tesis, de manera que lo que ayer fue verdad; hoy no lo es.
La literatura universal, en cambio, además de que concentra y refleja el pensamiento, el conocimiento, las costumbres, las creencias y las artes de una época, trasciende a través del tiempo, el espacio y las culturas, permaneciendo intacta, incuestionable y por tanto, inalienable.
Todos sabemos que Caperucita era Roja y no Azul y así será por los siglos de los siglos, pobre de aquél que se atreva a asegurar lo contrario, palabras más, palabras menos, nos dice Watson.
Una campaña política y el ejercicio del gobierno implican además de estrategias, políticas, programas y acciones, una narrativa congruente con ellas, es decir, una historia que escribir y qué contar y para eso se requiere la creatividad, para contarla bien.
La creatividad nos ayuda a decir las cosas de la manera más atractiva, estimulante y alentadora; a contener ataques y a contrastar nuestra propuesta.
La narrativa se vale de la semiótica para darle verdadera significación y significado a nuestro mensaje; se apoya en tantas formas literarias como la analogía, la paradoja, la anáfora; recurre a la prosa o al verso; a la rima; a la poesía y también a la música, a la plástica, la fotografía, la cinematografía, las artes escénicas, la disertación y muchas otras disciplinas.
Ahí está la fuente de la creatividad, en el conocimiento y la destreza del creador, en su cultura, estética, experiencia, libertad de pensamiento, voluntad y arrojo, los cuales desarrollan una intuición que va de lo filosófico a lo metafísico.
El creador sueña, respira y se inspira todo el tiempo en las cosas simples, en los objetos que lo rodean, en la naturaleza humana y ahí encuentra su materia prima para construir relatos apasionantes.
La creatividad también tiene reglas, entre ellas la verosimilitud, la sencillez, la claridad y la originalidad.
La creatividad es tal vez lo más agradable a la hora de planear y dirigir una campaña política; pero no está ajena a los sobresaltos de la vida real y mucho menos de la real politik, pero ahí es donde se crece, se adapta y acaricia la genialidad.
Ser un creativo está muy lejos de ser ocurrente, improvisado y atrevido; requiere valentía sí y no precisamente va con la corriente; pero tampoco se desboca ni se pierde en la autocomplacencia, mucho menos en la absurda causa del incomprendido; la creatividad requiere, por el contrario, fuertes dosis de sentido común.
Un buen creativo innova, cuestiona y crea nuevos paradigmas, por supuesto pero con la suficiente destreza para hacerlo de manera eficaz sin detrimento de los objetivos perseguidos.
Un buen creativo sorprende, aprende pero no imita y menos copia o plagia.
Un buen creativo emociona, contagia, enamora y como en el cuento de Caperucita, conoce de simbolismos, conflicto, drama, tensión y ritmo.
Un buen creativo político, como el autor de Caperucita, trasciende la cultura, el espacio y el tiempo, aunque en este caso no para entretener sino para cambiar la realidad de toda una sociedad.
Cuando terminé esta redacción, me informaron que dejaré de colaborar en este diario, a partir de hoy, Día de los Santos Inocentes.
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