Los suramericanos nos desacreditan justo cuando el Tri –dirigido, ahora sí, por un técnico serio y capaz— se cuela entre los mejores diez equipos del planeta en la clasificación de doña FIFA. Les cuesta trabajo a ellos, es cierto, competir en su Confederación para alcanzar un codiciado puesto en los Mundiales mientras que nosotros lo tenemos mucho más fácil en la CONCACAF, pero también hay que decir que Estados Unidos no es poca cosa y que los partidos jugados en Centroamérica suelen ser trámites difíciles.
El tema es que México, a pesar de todos los pesares, cuenta ahora con futbolistas de primerísimo nivel y que le puede plantar cara a muchos equipos de relumbrón. Los infamadores no sólo lanzan sus denuestos en el llamado “cono sur” (vaya ridiculez porque, hasta nuevo aviso, la Argentina y Chile no se erigen como un cucurucho sobre la superficie de la Tierra sino que esa presunta protuberancia cónica es meramente una silueta bidimensional en los mapas): también gruñen los criticones en Perú y Colombia. ¿Por qué? Pues, porque deben ellos lidiar con selecciones de gran peso como la de Brasil o la de la antedicha Argentina y presuponen que los aztecas no tendríamos nada que hacer compitiendo en la Conmebol.
Nos refriegan en las narices, envidiosillos y sin digerir lo de que la Suprema Selección de Patabola de Estados Unidos (Mexicanos) sea una de las diez mejores de este rincón de la galaxia, la derrota ante Chile: los andinos le propinaron una humillante goleada al Tri, siete goles, ay mamá. Y, en efecto, ese 18 de junio de 2016 es un día negro en nuestra historia futbolística y tendría que ser borrado con la ayuda de una máquina del tiempo u otro aparato así. El problema es que no se puede, qué caray: eso va a quedar para siempre o por lo menos perdurará a lo largo de esos mil años que le quedan de vida a la especie humana en este planeta (ese plazo fatal ha sido ya pronosticado por algunos sabios y, vistas las cosas, no parece demasiado pesimista).
Pero, miren ustedes, siempre puede uno encontrar consuelo. Dicen que el mal de muchos es remedio de tontos –un refrán bastante dudoso, en mi muy personal opinión— así que, con perdón, seamos tontísimos y reconfortémonos mezquinamente con la escandalosa derrota que acaba de sobrellevar Alemania –sí, señoras y señores, ese equipazo—ante España en un partido de la Liga de las Naciones de la UEFA: seis goles anotados por los ibéricos y ningún tanto para los teutones. Qué gran consuelo, oigan…
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