Este 30 de octubre se cumple un año más de la puñalada, como lo dice el licenciado Morán en su libro sobre como Jorge Vergara se adueñó del Club Deportivo Guadalajara AC, es decir, “comprando voluntades” y ofreciendo contratos. Con el respaldo de aproximadamente 140 de los 160 socios, en una “elección de Judas” hizo que la Asociación Civil se convirtiera en Sociedad Anónima.
En la S.A. Club Deportivo Guadalajara nadie aportó nada. Se realizó una asamblea a pesar de que un juez la había suspendido y ahí deciden, a instrucciones de Vergara, convertir el patrimonio social en capital social. Jorge Vergara ofreció a los asociados contratos por 250 mil pesos que pagó por anticipado para que aceptaran la transformación de A.C. en S.A., lo que, puede ser considerado como “un soborno”.
Se canjearon los certificados de aportación de los socios, que son intransferibles, por acciones de la S.A., lo que puede ser calificado como “un fraude a la ley “. Un club que en la víspera había realizado elecciones, en las que Francisco Cárdenas resultó presidente, pero no contaba con la traición de varios socios. Con la complicidad de algunos miembros de la prensa habían fraguado la venta del equipo y sus alrededores.
Recuerdo muy bien la asamblea del 30 de octubre del 2002 porque me tocó cubrirla muy a pesar de mi enojo. Antes me informaron que no se llevaría a cabo porque un juez la había suspendido, a pesar de ello llegué y vi rostros eufóricos porque “iban a vender su certificado en seis millones de pesos”, que valía entre 20 o 30 mil pesos.
Era como sacarse la lotería desde el punto de vista económico, pero era traicionar la historia del club, la historia de todas y cada una de las familias que integraban esos 160 socios. Me acuerdo que cuando observé la sala repleta me impactaron los gritos, reclamos y jaloneos. Nunca los había visto así. Lo que más me sorprendió fue ver gente extraña, personas que nunca la había visto en el club.
Al terminar la “asamblea” aquello fue una algarabía, sentí una sensación de fiesta, aunque otros evidenciaron enojo, rostros compungidos de bastante preocupación por los acontecimientos. El remate fue a la hora de las entrevistas. Me di cuenta que varios no sabían lo que habían hecho con su ilegal voto. Lo que importaba era el dinero que iban a recibir. Al final, entre sorprendido y enojado vi agentes de seguridad que literalmente acordonaron el inmueble. Ya no tuve duda, fue un asalto que todavía tiene una historia por concluir.
delacruzraul@hotmail.com