Las agresiones externas al cuerpo humano, físicas o biológicas, siempre terminan por crear cierto tipo de dolor e inflamación.
La triada clásica de dolor, calor e hinchazón, son la manifestación más antigua de una agresión corporal.
Desde hace muchos años se ha intentado comprender bioquímicamente este fenómeno inflamatorio, lo que ha resultado en todo un laberinto de sustancias pro y anti-inflamatorias, que se producen en el sitio de lesión, pero se propagan por todo el sistema sanguíneo a diferentes órganos y áreas del cuerpo.
El daño puede ser local o generalizado, agudo o crónico.
En el caso de un proceso inflamatorio de origen biológico, por ejemplo, viral, con una puerta de entrada respiratoria, el primer órgano afectado suele ser el pulmón, un órgano con una gran cantidad de tejido endotelial o micro vascular, equivalente a la extensión de una cancha de tenis.
Es en ese tejido donde se libera un sinfín de sustancias pro inflamatorias, como respuesta a la infección; y como consecuencia, el intercambio de oxígeno pulmonar se ve afectado, y la representación clínica es la falta de aire y sensación de ahogo, tos, flemas y silbido con cada respiración.
Cuando la inflamación se autoperpetúa y retroalimenta, las sustancias viajan por todo el cuerpo, dañando a otros órganos, como el corazón, en donde dan lugar a latidos anormales y falta de flujo sanguíneo, igual a infarto; también se puede inflamar el cerebro y sus centros del gusto, olfato y audición o visuales.
Algo similar sucede con los riñones o cualquier otro órgano.
Es difícil comprender por qué algunos individuos, ante un mismo agente o virus, desarrollan una inflamación leve, y otros extremadamente intensos, que los lleva a la falla orgánica múltiple y muerte.
El tratamiento siempre está orientado a tratar de disminuir esa respuesta inflamatoria, aunque no resulta fácil ni barato, porque algunos fármacos son muy específicos y de corto alcance, mientras otros son sumamente potentes, que se van al otro extremo, apagando esa respuesta inflamatoria, hasta llegar a inmunodeprimir al enfermo, convirtiéndolo en tierra fértil para otras infecciones oportunistas.
La inmunomodulación equilibrada es algo de lo más complejo en la medicina actual, para el tratamiento de enfermedades infeccionas como COVID19, Sepsis, Politraumatizados, Quemados, etc, etc.
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