CHISPAZO

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CUÉN: LA GUERRA A MUERTE.
Felipe Guerrero Bojórquez
El atentado a balazos contra el Maestro Héctor Melesio Cuén Ojeda, tiene como antecedente inmediato un clima de persecución que él mismo había denunciado y del que su familia tampoco ha escapado.

Si alguien sabe perfectamente bien, por las diferencias públicas entre él y Cuén, las consecuencias que esto traerá, es precisamente el gobernador Rubén Rocha Moya. Un crimen como el cometido contra Cuén, en las circunstancias políticas y sociales en que se dió y sobre todo en sus antecedentes, no es cualquier «incidente» y, aunque lo fuera, no va a ser fácil convencer a la opinión pública que la agresión tuvo como móvil el robo. Tampoco es el momento de hacer juicios acusatorios. Hay percepciones, cierto, pero lo más importante es exigir una investigación a fondo, creíble.

En los dos últimos años, el Ejecutivo Estatal y la mayoría en el Congreso local, han sostenido una permanente confrontación con la Universidad Autónoma de Sinaloa, contra el Partido Sinaloense y contra Héctor Melesio Cuén, acusado de haber mantenido secuestrada a la institución educativa a través del PAS.

Pasada la campaña electoral, que llevó a la gubernatura a Rubén Rocha, y en la que Cuén fue un aliado clave, ya instalados en el poder, las diferencias empezaron a aflorar al grado que desde el gobierno se cooptaron al menos cuatro alcaldías ganadas bajo las siglas del PAS y se operaron las renuncias de funcionarios estatales pasistas encabezadas por el propio Héctor Melesio, quien fungía como titular de la Secretaría de Salud.

Al mismo tiempo empezaron a arreciar las confrontaciones entre el gobierno estatal, el Congreso y la UAS, en el marco de la pretendida aprobación de una Ley Estatal de Educación Superior rechazada por los universitarios e impugnada ante los tribunales federales, quienes hasta ahora han dado la razón a la universidad.

Esta pugna por la nueva ley orgánica de la UAS, trajo consigo otras que se tradujeron en una serie de auditorías ordenadas por el Congreso del Estado y que llevó, junto a otras denuncias, a que la Fiscalía General del Estado interviniera abriendo carpetas de investigación que han sido turnadas al Poder Judicial del Estado y que desembocó, en primer lugar, en la inhabilitación del rector titular, Jesús Madueña, por presuntos actos de corrupción al igual que contra otros funcionarios entre los cuales destacan el encargado del despacho de rectoría, Robespierre Lizárraga y Héctor Melesio Cuén Díaz, hijo del hoy fallecido Héctor Melesio Cuén Ojeda.

Pero en el objetivo central de toda esta confrontación con la UAS en la que participan el Ejecutivo Estatal, El Congreso, la Fiscalía y el Poder Judicial, siempre estuvo la agitada figura de Héctor Melesio Cuén, quien también fue objeto de auditorias tanto en la Secretaría de Salud como en sus negocios, de los cuales algunos fueron clausurados aunque por breve tiempo.

A la hora de su asesinato, el ex rector de la UAS, después de haber librado todo el vendaval político, judicial y mediatico en su contra, era ya diputado federal electo por el PRI, con todas las posibilidades de ser aspirante y candidato a la gubernatura de Sinaloa, lo que sus adversarios políticos tenían muy claro.

Con todos esos antecedentes Cuén Ojeda se sentía amenazado porque no ignoraba que contra viento y marea había logrado una posición legislativa que le haría menos difícil el camino, solo que lo mataran como se lo habría confesado no hace mucho a un allegado. Y lo visualizaba así porque decía que después de todo lo que le habían hecho, y ante el triunfo electoral, a sus enemigos solo les podía quedar la alternativa de eliminarlo. Desgraciadamente no se equivocó. Por eso solicitó la custodia a la Guardia Nacional y, por eso, cuando se la quitaron responsabilizó directamente al gobernador Rubén Rocha y al Secretario General de Gobierno, Enrique Inzunza, si algo le pasaba a él y a su familia. El reclamo fue público, a través de un video que circuló profusamente en redes sociales.
¿Realmente el gobernador ordenó quitar la seguridad a Cuén? Si no lo hizo y además en su momento no consideró importante responder a la acusación, hoy esa circunstancia abona aún mas a no creer en la hipótesis del robo, y a que desde el PAS y la UAS se exija que el caso sea atraído por la Fiscalía General de la República.

Hay que subrayar muy especialmente que alrededor de estas diferencias se moldeó un clima de linchamiento mediático, de campañas sistemáticas dirigidas, más que a denunciar, a destruir la vida personal, pública, patrimonial y familiar de Héctor Melecio Cuén. Literal: fue una guerra a muerte.

Debió haber sido nada fácil para el ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, líder fundador del Partido Sinaloense y diputado federal electo, lidiar permanentemente contra acusaciones y señalamientos públicos emitidos por algunos medios que pisaron el terreno de la saña, y contra las reiteradas diferencias con liderazgos institucionales.

Nada facil pues cuando en las últimas semanas reclamó que no se valía “meterse con la familia” , esto al abrirse una carpeta de investigación, de parte de la Fiscalía General del Estado, contra su hijo Héctor Melesio Cuén Díaz, quien hasta el momento se encuentra amparado contra una orden de aprehensión girada por un juez.

Habría que haber estado en los zapatos de un hombre como Cuén, que resistió hasta el final y que solo pudo doblegarlo una condición violenta que terminó con su vida.

El asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda, en esta circunstancia de la vida política y social de Sinaloa, marcará un antes y un después. Sin duda, pasado el duelo, pronto se empezarán a ver reacciones más orgánicas. Ojalá y todo se oriente a que las partes entren a un clima de razón y acuerdo, ponderando siempre la justicia en todos sus órdenes.

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