
CHISPAZO
AMLO Y EL TRATO NATURAL A ROCHA.
Felipe Guerrero Bojórquez
Quienes esperaban que el presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum, enviaran alguna señal de que no están contentos con el gobernador Rubén Rocha Moya, se equivocaron. Simple y sencillamente hicieron lo normal, lo que se debe hacer en un evento en el que se inauguró el primer gran sistema de riego en el sur de Sinaloa, y en la lógica de no echarle más leña al fuego en el caso de “El Mayo”-Chapito-Cuén. Fue un trato natural, sin tener que involucrar el banderazo de una obra importante con un tema espinoso. ¿Tendría que ser de otro modo?
Por supuesto que es histórico que ahora se cuente con un sistema que irrigará a 22 mil 500 hectáreas, porque los dueños de las tierras del sur se resistieron al reparto agrario en la época del presidente Lázaro Cárdenas. Durante años las llamadas guardias blancas y los agraristas se enfrentaron con armas en la lucha por la tierra, y durante décadas el gobierno central castigó al sur de Sinaloa, a diferencia del centro y norte de la entidad, donde se concentró prácticamente la construcción de todas las presas.
A 80 año de que iniciaran los primeros proyectos hidráulicos en el centro y norte del estado, apenas ayer, entre Mazatlán y Rosario, empezaron a llenarse los canales de agua proveniente de la Presa Picachos que habrán de revolucionar nuestra agricultura, ganadería y fruticultura en el sur de Sinaloa. De ese tamaño.
Por eso, y por razones lógicas, el tema “Mayo” Zambada-Chapito, no fue tocado ni por alusión. Más bien fue evadido y reducido a su mínima expresión bajo el normal discurso de que Sinaloa, y el gobernador Rocha, seguirá siendo apoyado durante el sexenio de Claudia Sheinbaum. Incluso, López Obrador adelantó otra visita al estado antes de que finalice septiembre.
En la tradición política de México, no estar contento con alguien no significa necesariamente que deba manifestarse en público. Aunque en el caso de López Obrador es muy difícil que oculte su contrariedad en algunos temas, y esta vez se le vio alegre a un lado del gobernador Rubén Rocha y ante una concurrencia que prácticamente fue a darle la despedida.
Por supuesto, quienes buscaban señales, en la forma y en el fondo, no las obtuvieron por la simple y llana razón de que AMLO, Sheinbaum y Rocha son, antes que nada, correligionarios. No tenían, no tienen porque hacerse el harakiri político en un tema tan delicado que está en el centro del interés mundial, y particularmente de la relación bilateral México-Estados Unidos.
Ellos, la presidenta electa y el presidente vinieron a inaugurar una obra importante; no vinieron a un linchamiento público ni ajustar cuentas políticas con nadie ni a decir que le han perdido la confianza a Rocha, como podrían haber esperado vanamente algunos. En todo caso, si algo resulta inconveniente para quienes dirigen los destinos de este país, generalmente los procedimientos y los contextos son otros.
De ningún modo todo lo anterior hace a un lado o tapa el escándalo que desde hace un mes ocupa los primeros lugares mediáticos, sobre todo entre los opinantes, cuando fue asesinado Héctor Melesio Cuén y desde la aparición de la carta de “El Mayo”, cuyo contenido redujo a montaje la hipótesis de la Fiscalía local del intento de robo de la camioneta del ex rector, quien habría muerto a causa de los balazos disparados por uno de los presuntos ladrones y que terminó con la renuncia, y la carrera, de la Fiscal Sara Bruna Quiñónez.
Fue justamente la misiva de “El Mayo” lo que le permitió a la Fiscalía General de la República trazar sus líneas de investigación, desechar la carpeta de la fiscalía local y luego descubrir la finca donde sucedieron los hechos, desde el asesinato de Cuén hasta obtener los videos del despegue del avión, en una pista cercana, que llevaría al legendario narcotraficante y a su ahijado allende la frontera del vecino país.
Las investigaciones de la FGR siguen, están vigentes y seguramente sus resultados serán dosificados en la medida que dicte el interés del propio presidente Andrés Manuel López Obrador (o en su momento de Claudia Sheinbaum) quien aún no recibe información oficial de lo que ocurrió de parte del gobierno de los Estados Unidos.
A los días del suceso, en este espacio comentamos que la integridad física del provisional chofer de Héctor Melesio Cuén corría peligro y que Fausto Ernesto Corrales Rodríguez era y es, por lo tanto, el testigo clave y más valioso de la investigación. Todo indica que hasta hace poco el muchacho quedó bajo la protección de la FGR y que los cabos sueltos, que son muchos, estarían conduciendo a no pocos temas y personajes involucrados en la trama.
Por supuesto que aún faltan las declaraciones que “El Mayo” Zambada ofrezca ante la Corte respectiva en EU y lo que informe Joaquín Guzmán López en relación a sus actividades ilícitas. Falta conocer lo que de algún modo es vox populi en México en el sentido de la liga histórica entre el poder fáctico y el gobierno. Es decir, la relación que se supone hace muchos años ha guardado Ismael Zambada, particularmente, con algunos miembros de la clase política y que, en términos de presión y negociación, este tipo de contenido es oro puro para los gabachos.

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