CHISPAZO
LA VERDAD DEL GENERAL
Felipe Guerrero Bojórquez
El Comandante de la Tercera Región Militar, General Jesús Leana Ojeda, tiene razón: La tranquilidad en Sinaloa no depende del ejército sino de los grupos criminales, hasta que dejen de enfrentarse.
El general sabe lo que dice. No fue un lapsus. Y lo sabe porque no podría oponerse a la instrucción de su Comandante Supremo, Andrés Manuel López Obrador de que a los criminales se les trate con abrazos y no balazos.
No, no fue un lapsus el de acatar que en esta batalla el glorioso Ejército Mexicano, aunque pudiera dolerle al General Leana Ojeda, como a miles de nuestros soldados, solo se muestre a la expectativa, sin intervenir, impotente ante los criminales que ultrajan su honor y dignidad.
Lo que ocurre en Sinaloa solo exhibe el grado de debilidad del Estado Mexicano ante el poder del narco. Nos revela cómo particularmente en este sexenio el Estado ha perdido el control sobre las bandas del crimen organizado, cuyo poder se impone sobre las instituciones que, como el Ejército, deberían garantizar la paz y seguridad de los ciudadanos.
Que la paz y la tranquilidad en Sinaloa y el país dependa del triunfo o la derrota, de los acuerdos entre los grupos del crimen organizado, revela el espíritu del credo obradorista en el tema de la inseguridad y, al mismo tiempo, fortalece la sospecha del acuerdo político y financiero entre el gobierno, el narco y el partido.
En los estados y en los municipios, la gente sabe perfectamente bien cómo el crimen ha ido conquistando posiciones más allá de la venta de droga. El financiamiento de campañas políticas ha significado imponer candidatos y ganar posiciones en el gobierno, desde donde los grupos de facto han fortalecido sus ganancias a partir de manejar y aplicar los presupuestos oficiales a su antojo. Los gobernantes no pueden tapar el sol con un dedo y llamarse limpios y transparentes. Al pueblo noble y sabio no lo engañan. Todo, todo se sabe y las evidencias circulan por entre los vericuetos del imaginario popular.
En Sinaloa, el gobernador Rubén Rocha atraviesa por presiones estructurales de índole social. Son los sectores de la sociedad en su conjunto los que de un modo u otro le exigen que ponga orden. No, no tiene enfrente a una oposición fortalecida que ponga en jaque a su gobierno, sino a una sociedad indignada. El gobierno de Rocha no tiene ni los recursos, ni los medios, ni los mecanismos de Estado para enfrentar un problema histórico que, precisamente, le estalló en las manos. Por eso los desatinos expresivos de que Sinaloa está tranquilo, de que son cosas que pasan y de que se está actuando. ¿Le dará la Presidenta Claudia Sheinbaum otro tratamiento, otro enfoque a los problemas de inseguridad como el que vive Sinaloa? Ya faltan pocos días para saberlo.
El General Leana Ojeda en cambio expresó lo que para algunos pudo haber sonado a cinismo pero no dijo nada alejado de la verdad: Que el Ejercito está maniatado para enfrentar a los grupos delictivos organizados y que ellos son los que deciden sobre la paz o sobre la guerra. No es que el Ejército carezca del armamento y de los hombres para combatirlos, es que tienen un Comandante Supremo que no le ha interesado recuperar la gobernabilidad. Por el contrario, le dio manga ancha a los criminales para que, como «seres humanos» que son, hicieran y deshicieran con el país.
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