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MAZATLÁN: INCAPACIDAD E INERCIA
Felipe Guerrero Bojórquez
Antes de la crisis de inseguridad que se manifiesta ahora, de manera importante, en Mazatlán, este destino no tenía problema alguno con la ocupación hotelera y la derrama económica a otros sectores, pues desde la apertura de la carretera Mazatlán-Durango, los fines de semana estaban garantizados y, por lo mismo, se había superado los ciclos y el calendario de fechas de eventos claves y vacacionales de los que antaño dependía exclusivamente la economía.

Hoy, como en el pasado, las esperanza se fincan en tener un buen carnaval (que esta vez estuvo disminuido en relación a los anteriores), que los turistas lleguen en Semana Santa y que como hace ocho años a la Semana de la Moto no vengan los 20 mil pilotos y sus familias, que al menos arriben la mitad; que ahora sí se realice la Semana de la Troca, el Triatlón y que la gente esté de vacaciones en verano y diciembre. Ese era el calendario intermitente de antes, cuando no se contaba con el turismo de Durango, Chihuahua, Coahuila, Monterrey y Zacatecas, que vino a establecer una fluidez turística permanente todo el año. Hoy la violencia alejó a esos visitantes y el puerto quedó a merced del viejo calendario, aunque aún más mermado. El miedo no anda en burro, ni en ninguna otra forma de transporte.

Pero igual, no solo se trataba de una economía estacional garantizada, sino que en el puerto se hablaba de grandes proyectos para reactivar la industria de astilleros, las grandes inversiones que traerían para el sur la apertura de 22 mil hectáreas al cultivo a partir de instalar nuevos sistemas de riego; en Mazatlán se hablaba de la innovación del parque industrial, aledaño al aeropuerto, con armadoras japonesas y chinas y las grandes bodegas para la distribución regional de los potentes corporativos automotrices; había proyectos para el fortalecimiento de la flota pesquera y de la modernización del parque Bonfil, para perfilar la mejor industria del mar en el país y, más recientemente, del parque aeroespacial a la salida norte de la ciudad.

Hoy, todo esto, son temas intocables porque los fideicomisos y presupuestos públicos para el desarrollo, en muchos de los casos, no existen y los que hay son sumamente limitados. Solo ha mostrado relativo crecimiento la industria inmobiliaria, metida en una recesión los últimos cuatro meses, aunque los inversionistas hablan ya de un repunte. En tanto, la hotelería hace años que no puede superar los 15 mil cuartos. Hay, en la que se supone la industria más fuerte, estancamiento.

¿Y qué pasa con la inversión pública en Sinaloa, particularmente en los municipios más grandes?. No hay. Todo se limita a una escasa pavimentación de calles, mientras los servicios públicos cada día se deterioran y las ciudades se vuelven más viejas e infuncionales. Es exactamente el caso de Mazatlán, con una movilidad que se torna espantosa; donde las fugas de aguas limpias y negras se extienden cada día por diversos puntos de la ciudad y el costo para arrancar de cuajo las podridas tuberías, asciende hoy la friolera de los 5 mil millones de pesos. Inalcanzables, más cuando el gobierno federal, en coinversión con el gobierno del estado, no pueden siquiera terminar un puente a desnivel que se construye desde hace más de dos años en la periferia, por la avenida Colosio. El colmo.

¿Y qué hacen las dependencias del gobierno estatal?. Están paralizadas, al igual que las delegaciones federales, ajenas en su función a lo que debería ser un verdadero desarrollo social, gestionando recursos y abriendo condiciones a las grandes coinversiones pública-privadas. No existe ese alcance porque la visión es limitada. Los funcionarios no tienen ni el perfil, la experiencia y el conocimiento como para ambicionar proyectos de gran calado. A lo único que se dedican, como en el caso de la Secretaría de Turismo y de Economía, es a la «promoción» y a colgarse de las agendas externas establecidas desde hace años, cuya organización e impulso proviene de iniciativas de particulares, como las arriba señaladas.

Mientras, la Secretaría de Economía reparte pequeñas cantidades de dinero que al final se pierden en la necesidad inmediata de los beneficiarios, y no en sus negocios porque ello no le solucionan sus problemas de fondo. Lo mismo pasa con los llamados programas de crédito a las empresas, donde el gobierno solo se convierte en intermediario para adquirir préstamos con tasa del 14.5 por ciento, lo que sale peor porque, para esas faramallas, resulta más fácil buscar alternativas financieras de manera directa.

Mazatlán ahora, navega por aguas críticas, y sus funcionarios municipales, a casi cinco meses de gobierno, no han mostrado la más mínima y seria idea de transformación y desarrollo municipal. Hasta hoy solo se exhiben en diferencias y nimiedades, en ofrecer su inexperiencia a la hora de enfrentar simples procedimientos formales y legales y en conducirse con opacidad a la hora de rendir cuentas con el dinero. Está claro que la presidenta Estrella Palacios no tiene un equipo competente y que algunos funcionarios andan en otras cosas, menos pensando en que Mazatlán trascienda más allá de la inercia que cada día, por desgracia, lo hunde más.

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