
CHISPAZO
GVL: UN DESAFUERO CANTADO.
Felipe Guerrero Bojórquez
No es que hasta ahora a la izquierda le haya salido lo caníbal, es que lo trae en su ADN. La traición es una de las venas que irrigan su naturaleza histórica, sus dogmas, sus radicalismos, sus prejuicios, su mesianismo, al igual que otros partidos políticos en México, pero más acentuado en el variopinto pensum socialista.
Los que hoy, al interior y fuera de MORENA, califican como traición el desafuero del ex alcalde de Ahome, Gerardo Vargas Landeros, reiteran que ya estaba dibujada desde hace casi tres años, cuando el también defenestrado Jesús Estrada Ferreiro lo adelantó al decir que no solo sería él como alcalde de Culiacán, Luis Guillermo Benítez como alcalde de Mazatlán, sino también el ahomense. Y lo pronosticó señalando específicamente al gobernador Rubén Rocha como «un traidor» a los principios de su partido.
Eso adelantó en su momento Estrada Ferreiro, pero en la tesitura de su predicción, el desafuero no se había concretado porque quizá GVL no representaba un peligro, o no se había convertido en una amenaza en el marco de la sucesión por el gobierno de Sinaloa. O porque tal vez el gobernador Rocha esperaba que el ahora exalcalde se acercara a su sombra, y reconociera que el único que seguirá decidiendo el destino de Sinaloa es él. Pero no, no fue así, el ahomense buscó cobijarse en equipos nacionales a sabiendas de que, bajo la sombra de Rocha, nunca sería candidato. ¿Subestimó Vargas Landeros, a pesar de todo, los antecedentes, las advertencias sobre la conducta del gobernador a la hora de apretar las tuercas? ¿Confió en dirimir civilizadamente las disputas, las diferencias, las competencias al interior de MORENA y tratar de ganarle a Rocha la candidatura a la buena, con el apoyo desde “arriba”?
Hasta que por fin llegó el momento, antes de que GVL siguiera creciendo e influyendo al interior de los liderazgos nacionales de MORENA, y antes de que pasara más tiempo para evitar que, llegado el momento, cercano al reparto de las candidaturas, se dijera que el desafuero se había hecho justamente por eso.
¿No midió el ahora ex munícipe que detrás de la pública y reiterativa frase de «mi querido Gerardo», habría la decisión de defenestrarlo?
Pero además hay otras razones de peso para preguntar: ¿Por qué el gobernador Rocha se le fue con todo a Gerardo Vargas ordenando su desafuero? Porque era la única forma de parar a alguien que se le había constituido en verdadera competencia política en muchos sentidos. El ahora ex alcalde no era considerado como un subordinado político-administrativo, sino como un adversario real pese a su lenguaje respetuoso y diplomático hacia Rocha.
Mientras Vargas Landeros aparecía en los primeros lugares de las encuestas como uno de los mejores alcaldes morenistas de México, el gobernador Rocha aparecía en los últimos lugares, como uno de los peores mandatarios calificados no solo de MORENA sino del país. Y en un régimen centralista, donde el superior decide y manda, eso cala.
Mientras a Rocha le arde el centro y sur del estado por el tema de la violencia, particularmente Culiacán, otros municipios del centro-sur y en menor grado Mazatlán, Vargas Landeros mantenía un relativa estabilidad en el tema de la seguridad pública en Ahome, lo que de alguna manera ha irradiado en la región del norte. Y esto último, de acuerdo a las cifras, no contaba en los sondeos nacionales para el gobernador, contaba para el alcalde. Como decía López Obrador siendo presidente: «Eso calienta».
Es decir, el ahora desaforado no solo había construido una percepción como fuerte aspirante a la candidatura por el gobierno de Sinaloa, sino que lo había hecho a la par, aunque no fuera su propósito tal vez, de la propia debilidad de la imagen de Rocha. Y lo peor, es que ni en sueños, GVL fue o sería, carta del gobernador.
Mientras Gerardo Vargas construía la idea mediática de tener imagen y popularidad en el ámbito del morenismo nacional, el gobernador Rocha enfrentaba, y enfrenta, una feroz crítica en el contexto de los medios nacionales, de analistas y columnistas de peso, al igual que en el ámbito local, específicamente a través de las redes sociales. Lo mismo ocurre con el Senador Enrique Inzunza, una de las cartas fuertes del gobernador, a quien la sombra de Vargas le había crecido.
Días antes de que el tiro fuera abiertamente cantado a través de la Auditoría Superior del Estado contra Vargas Landeros, en un foro denominado «Construyendo Justicia» realizado en Los Mochis, el diputado Alfonso Ramírez Cuellar (dícese de las confianzas de Sheinbaum), arropando al entonces alcalde, opinó sobre la iniciativa de quitar el fuero a los legisladores, «para que enfrenten la acción de la justicia cuando se ven inmersos en actos constitutivos de delito». Eso fue interpretado como una pedrada para el Senador Enrique Inzunza. Ese mismo día el legislador se encontraba en Los Mochis, en otro acto con colonos donde registró el mensaje y reviró públicamente: «El pueblo pone y el pueblo quita». Desde ahí se desgranó la mazorca. Y si ya se había diseñado el plan del desafuero, lo único que seguía era acelerarlo. Diez días bastaron para concretarlo. Con eso quedó demostrado que una cosa es la impopularidad, la debilidad mediática, y otra lo es la activación ipso facto de los mecanismos del poder, más allá o más acá de la procuración de la justicia con o sin razón. Es decir, a pesar de su aparente débil imagen pública, Rocha demostró que cuenta con el absoluto poder institucional, con el control férreo sobre los otros poderes como para imponer su voluntad en el momento que lo requiera. ¿Hizo del conocimiento a Palacio Nacional o simplemente no lo consideró porque es un asunto de su estricta responsabilidad política?
«Mátalos en caliente», (a Gerardo Vargas y al Diputado local Genaro García), la famosa frase de Porfirio Díaz para reprimir a los alebrestados, se cumplió. Y al pie de la letra, avalado por la sospechosa unanimidad de quienes se dicen diputados de oposición. Mientras el ajusticiado también sea visto como enemigo político, lo mismo da si es inocente o culpable. Lo importante es descarrilarle sus aspiraciones, sin importar si merece o no comparecer ante la ley.
Por cierto, los señores legisladores, darían una lección de imparcialidad si se preocuparan realmente por la transparencia de las cuentas públicas, exigiendo a la ASE investigue a no pocos alcaldes que han presentado irregularidades financieras del tamaño de un desafuero. Claro, es mucho pedir, porque hasta ahora, sobre todo los «opositores», se han preocupado más en tejer alianzas personales y políticas, que hacerle justicia a la sociedad.
Regresando al desafuero, y para concluir, la pregunta es: ¿Qué sigue? Sobre todo ante el silencio de Gerardo Vargas, quien no es una perita en dulce ni se cuece al primer hervor. ¿Habrá, a parte del tema del arrendamiento de las patrullas, otras acusaciones? Bajo el antecedente de la UAS, Ferreiro, Cuén y el Químico ¿Estará preparado jurídicamente para enfrentar el avasallamiento del Poder Judicial Local? ¿Librará los tiempos como para al menos luchar por la ansiada candidatura? ¿Seguirá en MORENA? Hay quienes opinan que todo eso le será difícil y que, la única manera, es acelerar sus apelaciones ante el Poder Judicial Federal. Y para ello ocupa un equipo de abogados de alto nivel. Y recursos. Ya veremos.
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