Cruz Azul y su maldición


Los humanos parecemos modernos, hoy día, pero en nuestras venas llevamos todavía la semilla de la superstición. De otra manera –si fuéremos más racionales, si creyéremos simplemente en las evidencias que nos brinda la ciencia o si nos dejáramos persuadir por los datos duros en lugar de aferrarnos a esperpénticas patrañas— no cuestionaríamos la eficacia de las vacunas (el hecho de que la gente haya comenzado a rechazarlas, siendo que han salvado, literalmente, millones de vidas, ha tenido funestas consecuencias sanitarias: vuelven a aparecer enfermedades que habían sido erradicadas y ha habido inclusive casos de niños que han muerto por la resistencia de sus padres a aplicarles las debidas inmunizaciones), no propalaríamos la especie de que la Tierra es plana, no nos tragaríamos la engañifa de que las redes 5G son maléficas (nocivas para la salud, para algunos, e instrumento de dominación, para los más paranoicos) ni nos dejaríamos tampoco convencer por los charlatanes y embaucadores de turno.

Es asombroso que en los aviones a reacción –prodigios tecnológicos donde los hubiere— se haya suprimido el número 13 en las filas y que lo mismo ocurra con los pisos de los hoteles. ¿Tan ignorantes y crédulos somos los clientes como para creer en la malignidad de unos simples dígitos? De ir sentado en la tal fila o de alojarte una noche en la habitación 1313 (la número 13 del piso 13, o sea) ¿qué pudiere pasar, qué tragedia personal sobrevendría?

Hablando justamente de hechicerías, la quimera de que el Estadio Azul estaba maldecido circuló durante un buen tiempo: los cementeros no serían jamás campeones jugando allí. Ya se mudaron, así que ahora sólo queda la otra condenación satánica, la de que siempre pierden las grandes finales a las que logran llegar, así de meritorios como hayan sido sus desempeños en el torneo regular.

Pues, luego del gran partido que jugaron contra los deslucidos Pumas el otro día, me atrevería yo casi a proclamar que van a conquistar el título del actual torneo Apertura. Digo, le tendrían que pasar por encima a los Panzas Verdes del León –probables ganadores de un encuentro que está todavía por celebrarse en los momentos en que este escribidor garrapatea trabajosamente sus predicciones— o, si el desenlace fuere favorable a mis Chivitas, vencer a los pupilos del Rey Midas (a.k.a. Vucetich).

Veremos pues si la magia negra sigue operando (por lo pronto, lo de Pumas parece un mero trámite) o si el mejor equipo de esta fase final tiene, ahora sí, los tamaños que le han hecho falta en los últimos tiempos.



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