Por sus grandes pecados, el cartujo perdió el privilegio de la desmemoria selectiva, don inapreciable de la mayoría de políticos en todas las épocas y lugares. Por eso se contradicen sin rubor ante el embeleso de sus devotos, incapaces de advertir los cambios —paulatinos o abruptos, lo mismo da— en sus palabras y acciones, en su manera de comportarse.
En estos días de oscuridad, el cartujo atestiguó, una vez más, el milagro de las lagunas mentales y el uso impecable del doble rasero en la cuarta transformación. Ignorando su propia historia, el Presidente de la República ironizó sobre las probables alianzas del PRI, PAN y PRD en el proceso electoral de 2021. “Se quitaron las máscaras”, dijo al comentar las negociaciones entre estos partidos para luego agregar: “Es muy vergonzoso. Imagínense qué diría Manuel Gómez Morín si viviera, o don Jesús Reyes Heroles o Carlos Madrazo padre, o los fundadores del PRD”. Sí, seguramente se escandalizarían ante esas uniones contra natura.
Pero a la vuelta de la esquina está otro ejemplo de soez pragmatismo político: el de Morena en 2018, partido presuntamente de izquierda, aliado con Encuentro Social, de ultra derecha, contrario a todas las luchas progresistas de las últimas décadas en México.
Y uno puede preguntarse cómo hubieran reaccionado ante este hecho los protagonistas de la izquierda en nuestro país en el siglo XX, no los acomodaticios de ahora sino gente como José Revueltas o Demetrio Vallejo. ¿Cuál hubiera sido la respuesta de Carlos Monsiváis ante esa alianza maldita, escandalosa aun para algunos y algunas fervientes morenistas?
La desmemoria selectiva es prodigiosa. En su perenne condena al pasado el primer mandatario se desentiende, entre tantas otras cosas, de las trácalas y machincuepas de sus legisladores para darle gusto y aún más poder. Todo sea por el bien de la República.
Queridos cinco lectores, en el país de los 108 mil 863 muertos por covid-19, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.