Tapachula Chiapas. /
Empujados por la pobreza y la violencia en Honduras en El Salvador, a mediados del mes de octubre de 2018, inició el éxodo de las caravanas migrantes rumbo a Estados Unidos, la mayoría con el sueño de llegar a realizarse en otro país, en el norte, con el tan anhelado “sueño americano”, pero a dos años del inicio de este fenómeno migratorio, el objetivo se ha ido desvaneciendo.
Ahora, la intención es salir del territorio centroamericano sea como sea, y si ya no se puede llegar al país del norte, México se convierte en una opción para pedir refugio y asilo para iniciar una nueva vida.
Desde el anuncio de la salida masiva de migrantes centroamericanos en 2018, el gobierno estadunidense, a través del presidente Donald Trump, fijó una postura dura y crítica, llamó blindar sus fronteras ante lo que nombró “una ola de delincuentes y violadores» al referirse a la primera caravana que partió de Honduras seguida por migrantes de El Salvador.
Mientras que Andrés Manuel López Obrador, en ese momento presidente electo, mantenía una postura de “puertas abiertas y cordialidad” e incluso, pidió la intervención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para atender a quienes llegarían a territorio mexicano a través de la frontera sur de Chiapas, por Ciudad Hidalgo, municipio de Suchiate.
Una primera caravana
El viernes 12 de octubre de 2018, tras una convocatoria en redes sociales, unas 200 personas se reunieron en una plaza de San Pedro Sula en Honduras, una de las ciudades más importantes del país centroamericano, pero sumido en la pobreza y la violencia que ha sido la bandera para la migración masiva en las llamadas caravanas.
Un día después, el 13 de octubre, la noticia de que muchos partirían hacia Estados Unidos con la facilidad de cruzar México, alentó a más jóvenes, mujeres con niños y hombres de todas las edades, así se conformó un grupo de unas Mil 500 personas, que comenzaron ese día por la noche una caminata hacía Guatemala y luego hacia Tapachula, Chiapas, primer objetivo de la travesía migratoria masiva, para entonces ya sumaban unos 3 mil integrantes.
Para el día 16 de octubre, los migrantes superaron en número a las autoridades guatemaltecas de migración, policía y el ejército, y lograron ingresar a territorio guatemalteco para seguir de frente.
El Gobierno mexicano, inició el despliegue de 300 elementos de la policía federal y ejército para reforzar la seguridad en la frontera sur del país, pues para entonces, se habían unido otros grupos de El Salvador y Guatemala y, ya el número de personas, unidas en una sola caravana, había llegado a cifras que oscilaban entre 6 mil hasta 10 mil, según medios informativos locales que catalogaban ese éxodo como algo “nunca antes registrado en la historia de la migración hacia México”, aunque el objetivo final de la gran mayoría era llegar a suelo norteamericano.
El 19 de octubre, el gobierno federal a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, hizo el llamado a que la entrada a México fuera “ordenada y segura, pueden entrar al país siempre y cuando tengan su visa y documentación vigente», pero tardó más en llegar el mensaje que el que la caravana llegara a Tecún Umán, Guatemala, ciudad fronteriza con Chiapas, donde se vivieron escenas violentas: la caravana rompió el cerco y se infiltró al puente Internacional “Rodolfo Robles”.
Ahí, tras más de 20 minutos de intentos de los uniformados por contenerlos y un intercambio de jaloneos, se dio un mensaje: “Van a entrar ordenados, hagan una fila de hombres y otra de mujeres con niños, hay camiones que los pueden llevar para regresarlos, el que guste, sino, pueden acogerse al refugio que otorga el gobierno mexicano”, eso se escuchó en el altavoz de uno de los altos mandos del Instituto Nacional de Migración que estaba al frente del operativo.
Hubo migrantes que desconfiaron de este anuncio, y prefirieron cruzar por el río Suchiate, mientras que otros permanecieron en Ciudad Hidalgo, Chiapas, ya en suelo mexicano, y pernoctaron por dos noches. Unos 2 mil migrantes se entregaron a las autoridades mexicanas y pidieron ser retornados a sus países. Pero los que prefirieron ser atendidos por autoridades mexicanas superaban las 7 mil personas.
Al inicio de la madrugada del 21 de octubre, el grupo de la caravana migrante que ya había logrado cruzar reinició su marcha a Tapachula, donde los primeros llegaron seis horas después. En su recorrido fueron acompañados y asistidos por autoridades mexicanas. El 22 de octubre se confirmó el fallecimiento de dos migrantes hondureños de la caravana, luego de caer de los vehículos que les habían brindado apoyo para trasladarse.
El viernes 26 de octubre, el entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto, informó que el gobierno pondría en marcha el plan “Estás en tu casa” para brindar trabajo temporal, educación y asistencia médica a los migrantes, con la condición que iniciaran un trámite de refugio y se mantuvieran en los estados de Oaxaca y Chiapas. El sábado 27 la caravana siguió su camino por territorio oaxaqueño abandonando el suelo de Chiapas, con más dudas que respuestas, con incertidumbre, sudor, lágrimas y sufrimiento.
La segunda caravana con un ingreso más violento
Mientras la primera caravana ya avanzaba por territorio mexicano, el 28 de octubre de 2018 llegaba a la frontera de Guatemala y México una segunda caravana, eran menos, pero no dejaba de ser un grupo imponente, unas 4 mil personas llegaron de nueva cuenta al Puente internacional “Rodolfo Robles”.
Pero esta vez los centroamericanos venían armados con palos y piedras, comenzaron a agredir a los agentes de la Policía Federal, ejército, y agentes de migración, así iniciaba el forcejeo para tratar de contener a los cientos de migrantes que empujaban una y otra vez el portón aduanero, los policías resistían los ataques, incluso comenzaron a saltar desde atrás, botellas y pedazos de fierro, por lo que se lanzaron gases lacrimógenos y balas de gomas desde el lado mexicano, 15 migrantes resultaron lesionados y 5 agentes de las fuerzas federales.
Después de 40 minutos, la caravana logró burlar el cerco e ingresar a México. De nueva cuenta lograron llegar a Ciudad Hidalgo, y luego a Tapachula, para recorrer, al igual que la primera caravana, el corredor migratorio por toda la costa chiapaneca hasta llegar a Matías Romero, Oaxaca el 9 de noviembre.
Esta segunda caravana, llegó a la Ciudad de México el 12 de noviembre. Se informó que a diferencia de la primera, esta se conformaba mayoritariamente por guatemaltecos y salvadoreños, y que el 90 por ciento eran hombres y el resto mujeres y niños. Se alojaron en el estadio Jesús Martínez «Palillo», donde recibieron atención psicológica, médica y comida; y partieron de la ciudad el 16 de noviembre, despachados gratuitamente por un tren habilitado por las autoridades.
Una tercera, cuarta y quinta caravana migrante
De finales de octubre a mediados de noviembre, se fueron conformando caravanas más pequeñas, envalentonadas por las dos anteriores, en esas fechas de conformó la tercera caravana (con unas 300 personas), la cuarta caravana (unos 2 mil migrantes) y la quinta caravana (otros 250 migrantes), se desplazaron hacia México, la mayoría eran hondureños, le seguían salvadoreños y algunos, los menos, guatemaltecos.
Estas caravanas ingresaron a través del río Suchiate, la mayoría fueron detenidos y deportados en el municipio de Metapa, en donde se dispuso un operativo de “aseguramiento” para expulsarlos de forma inmediata. Estas caravanas por ser de un número menor fueron desarticuladas con facilidad y la política migratoria de México, comenzaba a cambiar de “tono, ante los llamados de Estados Unidos” a endurecer sanciones económicas si permitían el ingreso de migrantes de Centroamérica que intentaran llegar a Estados Unidos.
Aumentan los migrantes cubanos, haitianos y africanos
A finales del 2018 y mediados del año 20219 comenzó otro fenómeno migratorio, menos visible en caravanas, pero sí en grupos “hormiga” que hicieron que Tapachula, la segunda ciudad importante de Chiapas y puerta de entrada de la frontera sur, registrara la llegada de africanos, haitianos y cubanos que durante semanas entraron a México en grupos de 10 a 15 diariamente, ingresaban extrañamente “sin ser detectados”, incluso a la fecha hay colonias en donde la presencia de cubanos y haitianos es numerosa.
Durante tres meses, de marzo a mayo, unos 500 de ellos, en su mayoría africanos estuvieron viviendo en un campamento instalado afuera del centro de deportación “Siglo XXI” en Tapachula. Las condiciones en las que estuvieron fueron “deplorables” pero aguantaron sol, frío y lluvia, hasta conseguir un permiso de transito para poder cruzar México, y seguir su camino a la frontera norte. Durante los casi 90 días de espera hubo tres enfrentamientos con la Guardia Nacional y el ejército y en varias ocasiones la situación fue tensa entre los migrantes extracontinentales y las autoridades mexicanas.
Vuelven más centroamericanos a las caravanas
El 12 de octubre del 2029 se reanuda la integración de las caravanas migrantes, pero ahora con la adhesión de cubanos, haitianos y africanos en ellas. Se trataba de unos tres mil extranjeros que durante meses llevaban viviendo en Tapachula sin resolver su situación migratoria en México, algunos llegaron a territorio mexicano en las caravanas anteriores y se quedaron varados en Tapachula.
Marcharon bajo la estrecha vigilancia de fuerzas de seguridad mexicanas, tras salir durante la madrugada de ese día sábado. Esta Caravana partió rumbo a la capital del país, donde exigirían hablar con el presidente Andrés Manuel López Obrador para que les ayudara a resolver su situación migratoria. Después de estar meses en la frontera sur mexicana, cansados de los engorrosos procesos de migración, los migrantes hombres, mujeres, niños y jóvenes, salieron del parque central de Tapachula con sus pocas pertenencias.
Se trató del primer movimiento masivo de migrantes desde que el gobierno desplegó en junio un gran operativo de seguridad para contener la migración indocumentada a petición de Estados Unidos y después de que otros grupos multitudinarios atravesaron el país en meses anteriores. «Vamos a la Ciudad de México a hablar con el presidente Andrés Manuel López Obrador», señalaba el activista Luis García Villagrán que, tras pasar por la capital, planeaba dirigirse a Tijuana, fronteriza con Estados Unidos, acompañando esa caravana.
Los migrantes, la mayoría procedentes de El Salvador, Guatemala, Cuba, Haití, República Democrática del Congo, Angola y Camerún, caminaron por la carretera costera, sin contratiempos, y siguiendo el camino que ya habían trazado las anteriores caravanas rumbo a la frontera norte de México pero al llegar al municipio de Tuzatán, a tan sólo 14 horas de haber cruzado la frontera sur y caminado unos 60 kilómetros desde el río Suchiate.
La caravana fue desarticulada, solo unos cuantos lograron filtrarse entre el grupo de unos 300 elementos del ejército y Guardia Nacional en ese tramo carretero que ahí los esperaban; tras el despliegue y operativo de disuasión y captura la mayoría fue asegurada y otros se fueron entregando voluntariamente en días posteriores.
Algunos se quedaron en México, no llegaron a EU
Según datos oficiales de la delegación local del Instituto Nacional de Migración, tan sólo en Tapachula hay registro de 580 personas (exclusivamente de las caravanas), que pidieron asilo en esta ciudad fronteriza.
Viven y algunos ya trabajan por su propia cuenta, un ejemplo de ello es Elizabeth, una hondureña de 38 años, ella vive en la colonia Nuevo FGTelevisión, y ahí ha encontrado una forma de vida diferente, la venta de donas y empanadas dulces le ha servido para sostenerse junto con sus 3 pequeños hijos, además, los fines de semana busca hacer aseo en residencias cercanas s donde ahora vive.
Elizabeth cuenta que huyó víctima de la delincuencia, en un asalto las pandillas mataron a su esposo, ella se quedó sola y constantemente era víctima de extorsiones, cada mes la visitaban pandilleros para exigirle una cuota para dejarla trabajar, sino lo hacía le decían que sería victima de violación o incluso la lesionarían.
Ella narra que vivía momentos de angustia, “trabajaba yo para los pandilleros, cada mes era terror pensar que sin el dinero del pago de piso me iban a matar o a hacerle algo a mis hijitos, no tenía nada que perder, por ello mejor me vine en la caravana, y aquí tengo dos años viviendo feliz”, asegura con una sonrisa entre nerviosa y nostálgica.
Jesús Alexis a quién llamaremos así por seguridad , tiene 20 años de edad, él vivía en la zona de Sabá, departamento de Colón, señala que la vida en ese lugar es de pobreza, “no hay más que trabajo de campo pero deja muy pocas ganancias, me fui un año a San Pedro Sula, pero ahí no encontré trabajo, tuve que dedicarme a vender dulces en la calle pero no me daba para la vida”, cuenta con notable nerviosismo.
“Un día vi cómo los pandilleros mataron a una señorita, estaban como locos, todo para robarle un teléfono móvil, uno de ellos me vio y me dijo, ya te vi y serás tú el próximo”, al temer por su vida dice que tomó la decisión de salir de su país, “el crimen fue dos semanas antes de la caravana, yo pensé que sería mejor huir que dejar que me buscaran y mataran, mejor agarré mi ropa y me vine, pero se puso difícil, ya mejor me quedé en Tapachula, ahora aquí trabajo en una empacadora de frutas y a veces en el puerto en la pesca, está duro pero estoy feliz”, señaló.
Estas son algunas historias de quienes salieron en caravana pero fue México, fue Chiapas y fue Tapachula su destino final, muchos siguieron al norte, algunos lograron llegar a Estados Unidos, pero la mayoría se ha regresado o fue asegurado por las autoridades.
El objetivo era llegar a lograr el llamado “sueño americano”, pero con las políticas migratorias más duras, con la delincuencia acechándolos y con la pandemia de covid-19 que ha sido un freno, pareciera que la ruta final no se cumple en la mayoría de quienes emprenden el difícil viaje de la migración.
dmr