El elector es la piedra angular de la acción política y no solo el receptor, sino el emisor, re-emisor, replicador y amplificador del mensaje político, por lo tanto, hay que escucharlo y preguntarle qué es lo que desea ver y escuchar de parte nuestra y de la de nuestros contrincantes, pues como apuntaron hace ya décadas Al Ries y Jack Trout, en su clásico “Posicionamiento”, la gente ve y escucha lo que quiere ver y escuchar.
Pues entonces pregúntale una y otra vez, construye tus mensajes a partir de sus respuestas y vuélvele a preguntar.
Establece un proceso dialéctico permanente.
Ser elector no es cualquier cosa, antes fue privilegio de príncipes alemanes a la hora de elegir al emperador del Sacro Imperio Romano; de cardenales, que han elegido de entre ellos al Papa por mas de 1,500 años; de terratenientes; de ricos; de colonizadores; de blancos y de machos.
Hoy por hoy, incluso, en la prestigiosa democracia estadounidense, no cualquiera es elector; allá las y los ciudadanos votan pero delegan la facultad de elegir presidente a uno o más electores distintos a ellos.
De China, Corea del Norte y Cuba, mejor ni hablamos. Sin democracia no hay elección ni electores.
De Rusia, Venezuela y el México de hasta hace poco, se trata de democracias simuladas, de elecciones manipuladas y de electores que no eligen nada.
Todavía en México el votante no termina de convencerse sobre el valor de su voto; de pronto sospecha tener el sartén por el mango y castiga ferozmente a quien no lo convenció del todo como su gobernante o representante; otras veces, vota al azar; otras se abstiene y la mayoría cree que a pesar de su esfuerzo su voto no valdrá y que alguien más decidirá por él.
Más allá de tales creencias, que por cierto son una asignatura pendiente para quienes aspiramos a fortalecer nuestra democracia, lo que hace que ese elector salga y se decida por nuestra propuesta es el conocimiento y la cercanía que tengamos de y con él, tanto física como emocional, espiritual, incluso.
Al elector hay que entenderlo, más que estudiarlo; sentirlo, más que convencerlo y amarlo más que manipularlo.
Si le suena romántico es que usted no ha entendido nada de estas lecciones sobre elecciones.
Por otro lado, el elector no es en democracia una masa sino un individuo, que piensa, siente y actúa por sí mismo.
Los hay jóvenes pobres y jóvenes de clase media, y aun entrambos se diferencian por regiones, costumbres, estudios, hábitos de lectura y culturales.
Lo mismo pasa con las mujeres, solteras, casadas, jefas de familia, tapatías, chihuahuenses, quintanarroenses, bonairenses, librepensadoras, violentadas, emancipadas, religiosas, liberales, conservadoras.
Y podríamos seguir largo y tendido, productores del campo, empresarios, adultos mayores, profesores, profesionistas, taxistas, cocineros, etcétera.
Aunque cualquier segmentación o microsegmentación se queda corta frente a los kilómetros recorridos por la o el candidato y la cantidad de barrio acumulada a lo largo de su vida.
Si persisten las dudas, consulte a su estratega.