Vito Corleone, el Padrino, lleva como apellido el nombre de su pueblo natal en Sicilia. Así lo bautizaron al llegar, huérfano y solo, a los Estados Unidos en el inicio del siglo XX. Vito Corleone huye de la muerte y como Artemio Cruz encuentra la libertad.
Aunque es posible que Vito, víctima de las cicatrices que le dieron su nuevo origen, se entregó al abismo de su genética cultural. Vito siguió siendo Corleone.
Su deseo unitario con el origen se manifiesta por medio de una nostálgica relación con la familia. Su madre muerta se transforma en la Virgen y él mismo encarnará a su padre asesinado. Y no sólo simbólicamente, sino que arrebatará el trono a Don Ciccio para convertirse en el padre de Padres.
En la nueva pero antigua familia, el Nuevo Mundo será una extensión del Viejo Mundo. Se han transterrado por medio de la sangre las estructuras del poder al territorio por conquistar, y éste siempre tendrá una nueva frontera: será Las Vegas, Miami y, tentativamente, Cuba.
A diferencia del modo económico estadounidense —que sigue la lógica del capitalismo donde el dinero todo lo iguala y todo lo compra—, el Padrino impondrá un modelo de intercambio que fluye por el parentesco —esa extensa familia— y cuya moneda es el tributo. La red del Padrino funcionará como un poder paralelo al del estado.
En la secuencia inicial de la primera parte, en un lento zoom out, Bonasera —“honorable” hombre de negocios— le pide al padrino que lo ayude a llevar a cabo una venganza. Han golpeado a su hija. El Padrino, cuyo rostro no hemos visto todavía, con su característica voz —otra cicatriz de la infancia— le pregunta: “¿por qué antes de ir con la policía no viniste a verme a mí?”.
Luego el Padrino argumenta que, siendo conocidos, Bonasera nunca ha cultivado la cercanía; inclusive le recrimina que nunca ha deseado su amistad porque siempre tuvo miedo de estar en deuda con él.
“Y ahora vienes conmigo y me dices, Don Corleone, dame justicia. Pero no lo pides con respeto. No ofreces amistad. Ni siquiera te atreves a llamarme Padrino. Vienes a mi casa el día de la boda de mi hija y me pides que asesine por dinero. ¿Qué he hecho para que me trates con tanta falta de respeto?”.
El hombre, cuyo odio por sus enemigos es superior a sus valores morales, temeroso, le pide al padrino que sea su amigo, y el padrino se siente conmovido por tal petición, como si su alma fuera vulnerable. Este gesto de Marlon Brandon es una pincelada de genialidad.
Bonasera lo llama entonces Padrino y le besa la mano en señal de sumisión. El Padrino le ofrece una sonrisa y le da su bendición, le dice: “un día, y quizá ese día nunca llegue, se me ofrecerá que hagas un servicio a mi favor como pago”.
El súbdito se va contento porque tendrá la justicia que el estado no le dio. Ha firmado un cheque en blanco; se ha acogido a la sombra del poder en la sombra. Ya forma parte de la familia. Es un peón, una posibilidad al servicio del poder.