
EL RUMBO DE LA 4T (SEGUNDA DE DOS PARTES)
CHISPAZO
Felipe Guerrero Bojórquez
Escribí ayer sobre los signos claros de autocracia de un régimen cuya proclama central ha sido «primero los pobres», a partir de un abultado esquema de distribución del dinero público, del que no se rinde cuentas. Se dicen demócratas, pero al mismo tiempo han desmantelado a las instituciones que ejercían contra peso constitucional. Para ellos la ideología está por encima de la ley y no se tientan el corazón para transgredirla y someter a quienes muestren ideas contrarias. Habría que recordar el humillante, grotesco, autoritario espectáculo del presidente del Senado de la República, Gerardo Fernández Noroña, obligando a un ciudadano a acudir hasta las instalaciones de ese poder para, a través de las redes sociales, le ofreciera disculpas públicas por haberlo ofendido. Dale poder a un incendiario y quemará al país. O igualmente al gobernador de Puebla, Alejandro Armenta, amenazando y chantajeando públicamente, sin pudor alguno, a particulares para que de inmediato le entregaran al estado lotes de terreno para construir vivienda, so pena de expropiarles sus propiedades. Si, ese gobernador que envió a su Congreso, y aprobó, una ley para encarcelar a todo aquél que lo critique. O bien escuchar al exterminador de PEMEX, Octavio Romero, al que en lugar de ser investigado, como a otros, lo premiaron con la dirección nacional del INFONAVIT, quien convocó desde la mañanera, a invasores de vivienda a estar al pendiente porque serían regularizados para que se quedaran con la propiedad invadida. ¿Hay alguna duda de que estamos frente a gobernantes que manosean la justicia social con procedimientos infames, dictatoriales, dignos de tiranos?
Ah!, eso sí, se llenan la boca con el «Primero los Pobres», proclama central del régimen que al mismo tiempo lleva implícito el «Primero los Ricos», a quienes deberían cobrarles impuestos en función de sus millonarios ingresos. No lo hacen, prefieren tenerlos de aliados porque esta «izquierda» que se dice honesta no puede desprenderse, al igual que los «neoliberales, de la práctica corrupta de tener empresarios favoritos, con los que al mismo tiempo hacen negocios desde el poder. A los empresarios aliados los protegen y a los que cuestionan al régimen los persiguen. A los primeros les llaman nacionalistas y a los segundos enemigos de México.
¿Y los otros aliados? A MORENA y a la mayoría de sus gobernantes, los acusan de haber obtenido el poder con el apoyo del narco, a tal grado que nunca había ocurrido que un presidente de los Estados Unidos, como Donald Trump, señalara a México de ser un narco Estado. El de la migración, el de la violencia y el narcotráfico, son asuntos que han escalado al grado de ser condicionantes fundamentales en la relación comercial con el vecino país. Pero la preocupación central de los gringos no es solo tener un narco Estado como vecino, sino un país cuyo modelo socioeconómico transite al que hoy priva en Venezuela.
Ayer remataba la primera entrega de esta reflexión con lo siguiente: «Se enojan, se molestan los radicales a la hora que se les señala que todo esto es un indicador claro de que México está tomando el rumbo totalitario de Venezuela, Nicaragua y Cuba, donde la libertad ha sido conculcada, la pobreza extrema reina y el poder autoritario de la burocracia política reprime sin piedad a los que piensan diferente. Les espanta hablar de pluralidad. Ser opositores significa ser enemigos, aunque los inconformes sean gente del «pueblo». Ellos acomodan y clasifican a conveniencia».
De ahí la enorme polarización social que emerge ante este tipo de regímenes. AMLO se encargó de dividir a México en Chairos y Fifís; y Claudia de fortalecer la división social desde el espacio donde se aplican las estrategias propagandísticas: La mañanera.
En el caso de los sistemas de alternancia, donde los gobiernos se rigen por la pluralidad y el equilibrio de las instituciones, la vigilancia, la transparencia, la denuncia y la aplicación de la norma son fundamentales para evaluar, y en su caso castigar, a quienes desviaron y corrompieron el ejercicio de su función gubernamental. No es así cuando un régimen basa su conducción en el totalitarismo ideológico y no en las normas constitucionales. Como se trata a toda costa de prolongar su proyecto, a lo primero que acuden es al expediente de la protección. Los que salen del gobierno no solo no son corruptos, sino que ejercieron su función sirviendo al pueblo con honorabilidad y rectitud, aunque a los ojos de la sociedad hayan cometido las peores atrocidades, y en lugar de estar en la cárcel los premian con puestos públicos para que sigan sirviendo al régimen con lealtad. Ellos no roban, no mienten y no traicionan. Claro, reconocer lo contrario es hacerse harikiri.
En el caso del expresidente Andrés Manuel López Obrador, en vez de investigarlo por sus opacos e infuncionales proyectos multimillonarios, la propia presidenta Sheinbaum lo ensalza diciendo que ha sido el mejor presidente de México y, a quienes dicen lo contrario, los ataca y los señala de enemigos del pueblo, como si fuera esa la función de un estadista. «Ya déjenlo en paz». ¿Por qué la señora Presidenta tiene que juzgar algo que ante la ley no le corresponde? Eso significa que ante la denuncia formal de un ciudadano o una entidad en contra de AMLO , o contra quienes fueron sus funcionarios, de antemano la batalla legal está perdida simple y sencillamente porque para la presidenta este tipo de acciones son promovidas por «adversarios y enemigos», no por entes sociales que tienen todo el legítimo derecho a interponer recursos constitucionales. Lo dicho: Este tipo de regímenes todo lo resuelve en base a su ideología y no de la ley.
Eso es lo que ocurre ahora en México, donde la directriz la marcan las corrientes ideológicas de la 4T, incluso sobre la misma presidenta, a la que las huestes morenistas le arrebataron la agenda diplomática y le impusieron banderas de lucha callejera en las protestas de los migrantes en Estados Unidos, lo que le valió una acusación directa de la Casa Blanca como promotora de los hechos violentos en Los Ángeles.
¿Qué nos espera a los mexicanos con un modelo de Estado que se dice mandatado por el pueblo pero que, a nombre de él, violenta la ley y la cambia a modo para hacer y deshacer con el país? El mejor ejemplo es lo que ocurrió antes, durante y después de la elección del Poder Judicial. Eso también lo dice todo.
(Feed generated with FetchRSS)