En esta casa tenemos muchas paredes
Que solían ser blancas, pero ya no.
En esta casa hay juguetes tirados todo el tiempo
Cosa extraña, si los niños juegan con taparroscas y plastilina
Y nada más.
Todo el tiempo.
En esta casa los hijos desaparecen bajo una colcha y se escucha nombrar a todos los animales del bosque: el mayor enseña a leer a la bebé.
Mientras uno más dibuja sin parar y crea escultura, muñecos y diversión.
Con imaginación incalculable.
En esta casa no podemos tener plantas de interior. Las miles que quisiera. Hay seis gatos que se niegan.
Tampoco el árbol de navidad y las nochebuena se llevan muy bien con ellos.
Ni que decir de las cortinas.
En esta casa todo explota (al parecer) cuando los pequeños tienen hambre. Gritos, pleitos, y niños tirados como gusanos por todo el pasillo.
El niño de cabello rizado es una bola de fuego inapagable ante las injusticias.
Es, creo yo, el gran maestro de sus hermanos en el arte de exigir y pelear lo suyo.
Amanda Yunuen se señala a sí misma y grita «YOYA» para que entiendas su nombre, el real, no el que mamá le dió.
En esta casa no podemos comprar sala nueva, porque ellos saltan, corren sobre ella y los he descubierto incluso, metiendo las manos en los agujeros que ellos le hicieron, para guardar crayolas.
En esta casa los niños son niños y las mamás nos escondemos a comernos los dulces del bolo de la escuela.
En esta casa se pelea todos los días sobre a quién le toca doblar la ropa. Pero se barre y trapear varias veces al día sin tener que firmar ningún tratado de paz.
Los niños pelean y las mamás a veces les gritamos solamente que el que muera primero, avise.
Las bebés se embarran la cara de crema, el mayor rompe un periódico importante para recortarlo, el gato se quita el cono de la vergüenza y el desayuno queda listo, todo al mismo tiempo.
En esta casa, el tiempo pasa rápido pero los días son lentos. La carga a veces agobia y a veces sobra.
Pero siempre, en esta casa, hay tres niños creciendo, sin detenerse.
Y en esta casa se sabe, que podríamos tener todo más pulcro, todo más rígido, todo más normal.
Con menos caca de gato.
Pero no.
Por lo pronto me conformo con que en esta casa se duerma a las ocho en punto.
Por favor.