Ese viejo afán poético


El pasado sirve para reciclarlo. Es un residuo de vida almacenado en la memoria. Aquellos que hayan escuchado el término “residuo peligroso” entenderán que hay recuerdos que es obligado enterrar bajo tierra y bajo llave, a costa siempre de que lo venenoso será dañino hoy y mañana, si alguien queriendo construir un futuro, escarba en el terreno contaminado.

Por ello se aprende que lo oculto debe permanecer oculto, nunca para olvidarse, sino para aprender a ser cautos de su peligrosidad cuando se camine su territorio. Pero no todo residuo es peligroso; hay quienes crecen nuevas ramas en un árbol derribado por la tormenta, o hacen esculturas de llantas viejas (ahora caigo en la cuenta de cómo extrañarán rodar).

Con esa memoria vital como eje, se renueva el cuerpo; mientras envejece es la célula que muere ayer y la nueva molécula que vive hoy. Y es que el cuerpo vivirá siempre el hoy, hasta que no haya más vida que reciclar.

Es en ese preciso momento donde se encuentra el libro “Antología Inventada”, escrito por Rafael Courtoisie. El momento en el que no habiendo más vida poética propia que reciclar, decide reciclar otras vidas.

Salirse de sí para entrar siendo otro en sí mismo; salirse de sí mismo para ser espíritu de otro espíritu, boca de los sin boca, desdoblándose en autores que fueron tan profundamente vivos que no logran terminar de morir.

Como un niño en un cementerio, el poeta juega a crear mundos con las palabras no escritas en las lápidas, incluso de personas que aún no han muerto. Lo domina ese viejo afán poético de hurgar en la memoria de las almas.

Hurgar… Urgir… Rugir… Purgar, en la frontera de los vivos y muertos. El poeta escarba en terrenos contaminados por dulces y amargos residuos peligrosos, llamados emociones.

Enciende el poeta la fogata para quemar lo que nunca pudo ser ceniza en otros, y así prueba el ser ceniza en un delirio de incendiar el papel con las palabras: las ahogadas, las gritadas, las que los poetas ignoran que van a escribir.

“Antología Inventada” es un libro de alucinaciones literarias, donde un muerto besa al amante que añora, un cerezo finge la primavera, el futuro visita al moribundo, y el pasado a aquel que inicia un primer verso en un siempre imaginario nuevo mundo.

Tendrás que leer sus 50 poemas para saber que, en la vida y en la muerte, todo es juego de luces y de tiempo.

Enciende el poeta la fogata para quemar lo que nunca pudo ser ceniza, para prender el sol de lo que estaba destinado a ser flor, y así, experimenta ser ceniza y flor en un delirio de quien cruza el fuego.

Es un libro de alucinaciones literarias, del que sólo sale ileso el amor al poema. _



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