A PROPÓSITO DE LA CREACIÓN DEL INSTITUTO PARA LA PROTECCION DE PERSONAS DEFENSORAS DE DERECHOS HUMANOS Y PERIODISTAS.
Felipe Guerrero.
¿No es paradójico? Ahora, a los defensores de los derechos humanos, incluyendo a periodistas, los va a proteger un Instituto que en teoría haría lo que no han podido hacer los órganos de justicia. Es decir, el propio gobierno crea una estructura para que desde ahí se defienda a los que en muchas ocaciones él mismo, o los poderes fácticos, agreden y asesinan.
No creo en los órganos autónomos porque históricamente nunca han obedecido al interés social. Son burocracias que dependen financieramente del gobierno y, por lo mismo, sus representantes generalmente son maniatados unos, y otros obedecen a intereses ligados al poder. A lo que más llegan es a la «recomendación», no a la solución.
Creo en cambio en la fuerza legítima y moral de la independencia, que obedece a causas por la justicia. Si los gobiernos quisieran aplicar la ley, no ocuparían crear este tipo de organismos; pero lo hacen a sabiendas que su papel, más bien, es y ha sido el de apaciguar la exigencia de las víctimas. Para eso pagan. Espero equivocarme y que por primera vez en la historia de este tipo de instituciones, no se imponga el poder del dinero oficial ni los políticos que apoyan a los llamados Consejeros.
En este país no es la misma entonces independencia que autonomía.
Comprobado está que cuando la gente se harta de tanta injusticia; que cuando los diversos organismos de la sociedad civil se cansan de recorrer los fangosos y corrompidos pasillos de la burocracia, incluyendo los organismos «autónomos», toma las calle, las oficinas, las explanadas, cualquier espacio público para protestar porque es la única forma que los escuchen y les resuelvan. Ejemplos sobran.
La dignidad de la verdadera lucha independiente, su fuerza moral y legítima, siempre ha sido, en todas las etapas históricas del país, la mejor arma de los mexicanos.