Intoxicaciones legales


A propósito del debate sobre la legalización de la marihuana para usos lúdicos y del papel del alcohol y las diferentes drogas (legales e ilegales) que se producen y se distribuyen en nuestro país, mi punto de partida es lo que hace algunos años leí en un Libro, titulado I Drink Therefore I Am (algo así como Tomo, luego existo), del filósofo Roger Scruton, profesor en Oxford y Washington. Dice él: “A lo largo del registro de nuestra historia los seres humanos han hecho la vida soportable tomando intoxicantes. Y, mientras que las sociedades difieren sobre cuáles intoxicantes deberían ser alentados, cuáles tolerados y cuáles prohibidos, ha habido una convergencia de opiniones alrededor de una regla absolutamente importante: que el resultado no amenace al orden público. La pipa de la paz de los nativos americanos, como el hookah del Medio Oriente, ilustra un ideal de intoxicación social, en el que las buenas maneras, los afectos sin complicaciones y los pensamientos serenos son puestos en existencia mediante una fumada comunitaria”. El autor se refería básicamente al alcohol, “que tiene un efecto instantáneo en la coordinación física, en las maneras, en las emociones y en el comportamiento”. Y este filósofo advertía: si viniera un visitante de otro planeta y observara esos efectos, seguramente favorecería su prohibición. “Sin embargo como sabemos, la prohibición no funciona. Porque si la sociedad en ocasiones está amenazada por los intoxicantes, está igualmente amenazada por la ausencia de ellos”. Así que, la verdadera cuestión, sugiere después dicho autor, “no es si hay intoxicantes, sino cuáles”. Y sí, en efecto, hubo una época en el que el café se prohibió y otra en la que la heroína y la cocaína eran legales. Me parece entonces que quizás un debate sobre los distintos intoxicantes de nuestra época debería iniciar con este reconocimiento, el cual seguramente escandalizará a algunos, pero que es una realidad con la que tenemos que lidiar. La marihuana no es inocua, pero tampoco la nicotina y sin embargo en cualquier tiendita se venden cigarros. El alcohol también es nocivo y sin embargo Jesús de Nazaret, a petición de su mamá, convirtió el agua en vino, en medio de una boda.

Al final, como este filósofo señala, se trata solo de saber cuáles alentamos, cuáles toleramos y cuáles prohibimos. El punto central debe ser el equilibrio entre la salud pública y la libertad individual. Y detrás de todo está también, por supuesto, el orden público. ¿Servirá la despenalización del uso personal de la marihuana para convertir en empresarios a los vendedores de drogas? ¿O es un tema irrelevante porque siempre habrá otras drogas ilícitas? Por supuesto, nuestra vida social está llena de debates. Sin embargo, en no pocas ocasiones, las discusiones sociales están permeadas, aunque no nos percatemos, de tintes religiosos y moralistas. Dichas perspectivas pueden ser válidas, siempre y cuando no pasen por encima de la libertad que cada individuo debe tener para matarse a sí mismo como le venga en gana; fumando, tomando, aventándose en paracaídas, comiendo tacos de carnitas o quedándose todo el día viendo la televisión.

roberto.blancarte@FGTelevision.com



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