La cultura en tiempos de cambio


El compromiso en fomentar, gestionar y difundir la cultura no recae sólo como obligada acción en las políticas públicas del Estado y los municipios. Si bien éstos concentran la mayor infraestructura en teatros, casas de cultura y espacios públicos, lo mismo que las partidas presupuestales para administrar el trabajo artístico, también es un hecho que la sociedad civil emprende esfuerzos particulares en la divulgación cultural a través de asociaciones, fundaciones, grupos independientes y colectivo de emprendedores que buscan extender redes para ir más allá de lo que instituciones oficiales cubren dentro de sus políticas culturales.

En este sentido conviene reflexionar la cultura a partir de sus contenidos y no sólo en las formas de ejercerla in situ. Es oportuno replantear las dinámicas en términos de difusión como producto artístico y no como estadística. Ya es tiempo de trazar un nuevo mapa cultural donde el gobierno deje de ser rector unilateral, y por el contrario: abrir hacia otras perspectivas que nos faciliten el diseño de este nuevo atlas cultural a partir de redes de vinculación, que entre sí son vasos comunicantes para esta nueva manera de ejercer dinámicas donde tiempo y circunstancias actuales así lo requieren.

Esta red de vínculos no es más que establecer una coordinación efectiva entre instituciones con grupos artísticos, académicos, intelectuales, iniciativa privada y asociaciones civiles, donde el organismo oficial se ha de convertir en el gran facilitador que haga posible esta nueva forma de hacer viable el producto artístico. Todo ello no es más que el principio de la democratización de la cultura.

Los tiempos cambian y por lo tanto ya no es vigente la idea de que los gobiernos dirijan y marquen la pauta de manera unilateral en el ejercicio del padrinazgo y difusión de las diversas disciplinas estéticas. (Es más, diré que aún es cuestionable para aquello que deseamos como democracia en este país y que no logra definir del todo lo que este término significa y representa, y mucho menos cómo redimir su derecho. Sin duda nuestra democracia mexicana es un ejercicio en proceso).

Hoy en día deseamos y demandamos de los gobiernos la apertura y la inteligencia que permita democratizar toda acción cultural a través de una mayor apertura a las ideas y a las propuestas innovadoras de la sociedad civil y de los grupos culturales independientes. Queremos una cultura diversa y plural. Pero esto sólo se logra si los propios funcionarios públicos nos demuestran una actitud incluyente donde ofrezcan la apertura para saber convocar a toda la comunidad artística y cultural, permitiendo con ello expresar (conocer) ideas y propuestas que nos lleven a consolidar un movimiento cultural inédito e innovador.



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