¿Cuál es la razón de la fuerza de López Obrador?
Es una constante el respaldo que la población desde que era dirigente partidista o candidato. Ahora, ante el fracaso de su gobierno prácticamente en todos los frentes que inciden en la calidad de vida de los mexicanos, intriga todavía más el indiscutible apoyo de la mayoría de ellos, un blindaje que lo mismo ofrece inmunidad e impunidad social.
Los que suponen que las personas son racionales aportan explicaciones consecuentes. Dos son a las que más se recurre: primero, el efecto de los programas sociales, esto es, un clientelismo abrumador sería la causa; o segundo, su dominio de la comunicación acompañado de la complacencia de los medios que solo de manera muy estrecha realizan su tarea de escrutinio al poder, especialmente en la sección editorial que muy poco impacto tiene sobre el lector o el auditorio y que AMLO ha aprovechado para neutralizar a la crítica.
Los afines a López Obrador igualmente exponen razones. El valor de la congruencia y la persistencia; su compromiso con los que menos tienen; su lucha frontal contra la corrupción, el agravio histórico de los mexicanos. Los malos resultados vienen del pasado, preferentemente el reciente. La crítica es una forma embozada de resistencia de los enemigos de México y del pueblo.
Es difícil que los beneficios de los programas sociales tengan un potencial tal, el PRI nunca hubiera perdido. Primero, los programas no llegan a todos, ni siquiera a la mayoría; segundo, su operación es muy deficiente y ha provocado inconformidad por su insuficiencia. La comunicación sí tiene impacto, pero no por su racionalidad, sino por su capacidad de mover emociones y, especialmente, crear un vínculo emotivo entre el líder y la población.
No es la ignorancia la razón del respaldo, como muchos creen; es un asunto que tiene que ver con la psicología y, por lo mismo, las explicaciones son más complejas y profundas. Es el terreno de las creencias a las que aludía el poeta Paz, y el líder ha construido un vínculo con la sociedad en ese espacio. Tampoco es cuestión de subdesarrollo político o déficit de ciudadanía, sino de la manera como la interpelación populista mueve y convence. Ejemplo, tres cuartas partes de los votantes de Trump le compró la patraña de que el triunfo le había sido robado.
Se cree lo que se quiera o necesita creer. Las necesidades de amplios segmentos de la población incluyen, necesariamente la dimensión emocional, la que se recrea de manera colectiva con las fijaciones y creencias de sí mismo y del poder. El agravio concreto, desde luego, juega su parte. Más cuando remite a las formas e instituciones convencionales de la política. Tal parece que el México de hoy día está más en cobrar a quien la debe, que en construir un régimen que compense lo racional y lo emocional. Allí estaría una de las razones de la fuerza de López Obrador.
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