La violencia invisible


La violencia se ha transformado en formas y modos complejos e inaprensibles. Cada vez se ha ido normalizando y ocultando. Al normalizarse, deja de verse como es, deja de verse como violencia. Por lo tanto, se hace invisible. Es como buscar algo que no se puede ver. Dice el filósofo coreano, Byung-Chul Ha que “… en el momento en que coincide con su contrafigura, esto es, la libertad, se hace del todo invisible”.

Lo que más recientemente ha captado la atención de los estudiosos es el odio como violencia. Siguiendo a Byung, la violencia que llama macrofísica puede tomar apariencia más sutil y expresarse, por ejemplo, como violencia lingüística.

La violencia se ejerce de manera verbal contra el otro, contra el distinto, contra el diferente. Se usan palabras y cada palabra está revestida de emociones, de sentimientos. No solo es lo que se dice sino la carga emocional que se expresa.

Si alguien dice que hay que destruir a cierto grupo religioso, evidentemente es clara la incitación al odio y bajo ningún argumento puede ser cubierta esa expresión en el ejercicio del derecho. Pero esas palabras no son solo expresión sino intención, deseo, sentimiento. Se desea exterminar, destruir al grupo.

El odio es tal que se transmite usando las palabras pero en un mundo tan quebrado socialmente, eso se ha vuelto normal. Y para que no sea así es necesario analizar sus causas.

Luego, esa violencia alcanza dimensiones inimaginables porque se usan las redes sociales y el Internet.

Byung asegura que la violencia “… se retira a espacios mentales íntimos […] y se desplaza de lo visible a lo invisible; de lo directo, a lo discreto; de lo físico a lo psíquico; de lo material, a lo mediado; de lo frontal, a lo viral. Su modo de acción ya no pasa por la confrontación, sino por la contaminación […]”. Entre más “ruido” genere, más contaminación produce.

Por eso es sumamente complejo medir la violencia y encontrar sus causas para atacarla y evitar que generen más problemas sociales.

Lo anterior nos obliga a insistir en hacer públicas estas nuevas formas de violencia, aunque aparentemente nos parezcan invisibles, y pese a que la incitación al odio se haya normalizado. 



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