Iniciamos el mes de noviembre con la novedad de las diversas renovaciones que se fueron resolviendo escalonadamente en torno a la pieza ciudadana del engranaje conformado en torno del Sistema Anticorrupción de Jalisco.
En efecto, con el cambio de estafeta en la presidencia del Comité de Participación Social y la designación de su nuevo integrante por parte de la Comisión de Selección, misma que fuera renovada previamente por el Congreso del Estado para un nuevo periodo de tres años; podemos decir que se cumplieron las formalidades suficientes para que el andamiaje institucional anticorrupción continúe funcionando en Jalisco.
En contraste con lo que viene sucediendo a nivel nacional y en otros estados de la República, tales novedades resultan buenas noticias en sí mismas; sin embargo, como todo proceso de deliberación pública, no todo fue miel sobre hojuelas. Por respeto a los actuales integrantes de la referida Comisión de Selección, únicamente haré referencia a un caso cuya discusión se suscitó desde el primer proceso de selección en el que tuve oportunidad de participar.
Me refiero a la supuesta discriminación de la que fue objeto un aspirante por no cumplir con la edad mínima requerida para ser miembro del Comité de Participación Social.
A partir de la experiencia de deliberación en la que participé en 2017, puedo afirmar que el criterio seguido por la Comisión de Selección de no admitir una petición improcedente de origen fue el correcto, no sólo porque haberlo hecho hubiera significado una extralimitación en sus funciones al estarse violando la Ley en la que se fundamenta el polémico requisito; sino además, porque se antepuso el interés general que obliga a preservar el derecho que les asiste a todos los que decidieron inscribirse al proceso, sobre el interés particular de una persona que decide hacerlo aun conociendo que no cumple con todos los requisitos.
Sin demérito de sus legítimas razones, que fueron ampliamente difundidas a través de redes sociales, me pareció un error violentar el proceso, convirtiéndolo en arena pública para debatir un asunto de interés por demás personalísimo. Ese debate quedará para otro momento y lugar.