Licencia para sonreír


Validation es el nombre de un video que pulula en YouTube y que cuenta la historia de un sujeto que va por la vida tratando bien a los demás, brindando atención a todo aquel que necesite ser escuchado y reconociendo las virtudes de quienes se acercan al mostrador en el que sella los boletos del estacionamiento en un centro comercial.

Lo peculiar del personaje en cuestiones su optimismo, el cual se ve puesto a prueba cuando al acudir a la renovación de su licencia de conducir se enamora de la empleada que saca las fotografías y que vive en permanente estado de enojo, impidiendo que bajo ningún concepto las fotografías muestren a persona alguna sonriendo.

El tipo se empecina en hacerle ver el lado amable de la vida, hasta que se rinde y decide portar un rostro desanimado. Entonces pierde su trabajo porque ya no tiene ánimo de atender a los demás, pero su gusto por ver sonrisas en las personas es mayor que cualquier cosa. Y es cuando por azares del destino se entera que la chiquita en cuestión ha sufrido por la enfermedad de su madre, lo que le ha impedido ser feliz.

Ello cambia cuando a la doñita en cuestión se le aparece un fulano que la hace sonreír al sacarle una fotografía. Dicho ser es precisamente el validador de boletos en el estacionamiento. La enseñanza del video gira en torno al poder de la actitud ante la vida y de cuánto puede hacer para cambiar la vida de la gente. Me acordé del asunto mientras visitaba la oficina de cuestiones vehiculares.

Necesitaba renovar mi licencia de conductor y justo mientras me sacaban la fotografía, como era de esperarse, portaba una reluciente sonrisa. No es la primera vez que lo hago, pero siempre ha sido con el mismo temor, que alguien diga que no se debe sonreír en las licencias. Supongo que más allá de los posibles traumas existenciales, quienes laboran en asuntos burocráticos viven sedados por entornos que coartan cualquier asomo de vitalidad.

De ahí lo impersonal de las oficinas y el automatismo de quienes las pueblan. Lo cierto es que, aunque hay casos de entes que pululan en calidad de autómatas haciendo una labor que no les gusta y menos les satisface, también hay criaturas a las que basta una señal de humanismo para que se desprendan de su lado pedregoso y hostil. O que incluso son felices a pesar de su tediosa labor.

Y es que por más que resulte una monserga acudir a hacer algún trámite, la misma sensación priva en quienes tienen que pasar más de la tercera parte del día ahí, lidiando con quienes poco o nada comprenden del asunto. Imagino que en algo cambiaría enseñar los dientes al presente y a los procesos que tanto lamentamos, sin importar el lado del escritorio en que estemos. Con ello se validaría la importancia que tienen los demás y con suerte hasta saldríamos mejor en las fotos.



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