LOS AMIGOS, LOS ENEMIGOS Y EL PODER.
Por Felipe Guerrero Bojórquez.
*Para mis decepcionados amigos.
Seré Breve y puntual.
Ahora que el tiempo lo permite un poco más, en los últimos días he tomado café y conversado por teléfono con amigos mutuos. En todos los casos la conclusión de todos ellos coincide: A los amigos que llegan a cargos público los pierdes, porque a ellos también los pierde el poder. Pese a sus promesas, ni por derecho constitucional te reciben y observas con decepción que, bajo la idea de la pluralidad y la conciliación, a los que les va bien, a quienes atienden como si los hubiesen apoyado con todo en sus aspiraciones y anhelos, son a sus adversarios y a sus enemigos históricos. Pero cuando concluyen el cargo, entonces buscan refugiarse en la lealtad de los que siempre fueron sus amigos, porque aquellos enemigos y adversarios a los que favorecieron, ya ricos con la concesión otorgada, vuelven a la carga dándoles de patadas en el trasero. Al final de cuentas siempre fueron sus enemigos. Los amigos entonces, esos a los que no les gana el justificado rencor y que son muy pocos, los aceptan, pero ya no es la misma. La historia no admite errores. Y no es que el poder tenga necesariamente que compartirse con los amigos, pero el problema es que la naturaleza de ese poder tiende más a compartirse con los enemigos, no en la idea de servir, sino de quedar bien y blindarse de sus ataques. Son gobiernos de complicidades. Los amigos de ideas y principios, muchos militantes y simpatizantes, vulnerables y vulnerados por el desprecio, pueden esperar, hasta que se cansen, no hay problema. La película generalmente tiene un final: El karma, como boomerang, siempre espera a la vuelta de la esquina.
En mi caso, se los he dicho a mis amigos y ellos lo saben, tengo la oportunidad de tratar, a quienes han llegado o están en el poder, como figuras públicas. Las críticas y los señalamientos bien sustentados, aunque algunos de ellos no lo entiendan, siempre ayudarán a mejorar su trabajo. Pero como decía mi abuela, efectivamente, no pocos de ellos se vuelven la bichi.
Saludos Felipe