Las manifestaciones violentas del miércoles pasado en el Capitolio, sede del poder legislativo de los Estados Unidos de América han suscitado amplia reprobación a más de consternación, pues más de uno las consideran muestras propias del llamado tercer mundo. De hecho, no son las primeras manifestaciones violentas en aquel país realizada por alguna facción irritada por decisiones que consideran inaceptables. Algunas notas reflexivas pueden ayudar a ir un poco más allá del fenómeno.
Lo del aun Presidente Trump no es trivial. Es un proyecto y un movimiento deliberado para imponer una manera de pensar antidemocrática, pues la base del proyecto – movimiento es considerar a la democracia como una concepción política blandengue ante la apropiación de los bienes comunes generados por el país, por parte de quienes, ellos creen, no lo merecen porque no han contribuido a construir “América”, y sólo la gozan y la sangran con la exigencia de “sus” derechos.
Poco importaba ganar el diferendo sobre los resultados electorales, perdido desde el día de la elección. Importaba hacer una demostración de fuerza y de fiereza: En los medios de comunicación fieles a las “locuras” del Trump, en comparecencias públicas frente a público incondicional al del líder carismático, y a sus órdenes imperativas. En fin, en las redes sociales, permisivas de las agresiones más viles, tardadas en reaccionar.
El movimiento ahí está, el proyecto se grita con pasión y poco importa quien se oponga pues será arrollado por la inconsciencia y la urgencia de separar y separarse de los “enemigos”. “Son los mejores” les gritaba el líder; “vayan y echen abajo la elección que nos robaron”. Parece una locura, no lo es. Es una expresión de fuerza: “Puedo decir lo que quiera porque millones de americanos auténticos me respaldan”. No importan leyes, formas, instituciones, malos tratos y excesos. El movimiento ya está operando. Escuchen la calificación de censura el impedir la diseminación masiva de ataques inmorales de Trump y su pandilla. Más de uno se mueve ahí.
Se enfrentarán al proyecto de “enfrente”. ¿0 no? Ahora los de enfrente son ganadores de esta batalla y no son de presumir. Más moderados sí, y no menos interesados en llevar adelante el propósito hegemónico, el cual creen les pide la historia, de controlar el mundo. Opuestos en las formas, unidos en la misión.