A los partidos —todos— se les dificulta entender a la sociedad a la que dicen representar. Lo mismo el Morena, el PAN o el PRI no advierten la magnitud de su descrédito y su disfuncionalidad. Insisten en un amoral pragmatismo en la búsqueda de cargos. No hay lectura rigurosa de lo que ocurrió en 2018, tampoco de lo que deja la pandemia. Están en lo de siempre, lo único seguro será prolongar la crisis y el descontento.
El partido gobernante hace todo, igual que el PRI en el pasado, para cumplirle al Presidente ganar la mayoría en la Cámara de Diputados. De todo se valen, lo mismo postular candidatos ajenos al proyecto político, que suscribir asociaciones con quienes son la negación de lo más elemental del sentido ético del lopezobradorismo.
El PRI y el PAN cayeron en la tentación de conformar electoralmente un bloque opositor. Al menos no fue una coalición total. Hay que insistir, en la lógica política y aritmética de la integración de la Cámara de Diputados; si ese fuera el objetivo, la mejor manera de evitar que el bloque gobernante se hiciera de la mayoría absoluta sería trasladar la contienda al ámbito local y a una competencia a partir de la pluralidad. Hacer al Morena el partido a vencer caen en el terreno de mayor debilidad, esto es, una contienda nacional con referencia a López Obrador.
Las coaliciones debieron ser selectivas. Se entiende la de Sonora y más con la candidatura de Ernesto Gándara, quien se perfila para ser el ganador de la elección en sus propios términos. También la fortaleza de Clara Luz Flores en Nuevo León, quien por sí misma lleva ventaja importante desde el inicio. Los dos casos son ilustrativos de que es la candidata o el candidato quien genera fortaleza y esto ocurre a partir de lo local, no de lo nacional.
El PRI tiene una deuda con el PAN. No es pecado propio, pero sí fue copartícipe, aunque no beneficiario. Esto es, el haber utilizado las instituciones del Estado para intentar sacar de la contienda presidencial a Ricardo Anaya. El daño fue mayúsculo y esa pretensión llevó a que López Obrador arrollara en la elección y que se hiciera de una sólida mayoría parlamentaria. El PRI nacional apesta a corrupción. Como en el pasado, recurre al tiempo para desentenderse de sus pecados. Mientras que el tricolor no defina postura respecto a Carlos Salinas y Peña Nieto, difícilmente habrá de representar algo digno en la política nacional.
Las fijaciones de los partidos —del gobernante obsequiarle la mayoría absoluta de la Cámara al Presidente y del bloque opositor evitar que esto ocurra— los hace ignorar la razón de su origen y el sentido de su causa. El voto es un medio, no es un fin, así como la elección es una obligada aduana para avanzar en el proyecto que se postula. Mientras, el deterioro y la degradación de las instituciones de la política habrán de continuar. Por un lado, el caudillismo, por el otro la oposición sin proyecto qué defender que no sea ganar para frenar. Por mucho que se quiera, es insuficiente, en especial, para la oposición, y la necesidad de evitar la devastación en curso.
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