La primera victoria de Sergio Pérez en Fórmula Uno coloca un punto y seguido a una de las historias más apasionantes del deporte mexicano.
Lejos de ser un deporte y un deportista popular, Pérez ha conseguido meterse en el corazón de los aficionados mexicanos gracias a esa forma de competir que lo convierten en una figura ejemplar. Su carrera dentro de uno de los circuitos profesionales más exigentes del mundo, ha estado llena de los típicos obstáculos que suelen presentarse a los pilotos latinoamericanos. Poco le importó la indiferencia con que algunas escuderías, rivales y dirigentes, se referían a él. Conduciéndose con valentía dentro y fuera de la pista, Pérez se ganó el reconocimiento mundial.
Cincuenta años después, el automovilismo mexicano consiguió subir a lo más alto de un podio que parecía imposible para pilotos y escuderías sin acceso a los grandes presupuestos. Sería una injusticia comparar la época de Pérez con la de los legendarios hermanos Rodríguez, pero digamos que, en ambos casos, los mexicanos eran la pieza más importante del coche. Entre el British Racing Motors de Pedro Rodríguez en 1970 y el Racing Point 2020 de Sergio Pérez, no hay ninguna diferencia: fueron coches que lograron históricas victorias porque en su interior navegaban dos espíritus combativos. El talento de nuestros pilotos ha estado por encima de las máquinas. Los Pérez y los Rodríguez son mecánica y automovilismo puro.
A pesar de esta larga ausencia en los primeros lugares, durante más de medio siglo la pasión de México hacia la Fórmula 1 creció en todos los sentidos hasta convertirse en una de las aficiones más elocuentes, atractivas y románticas de la competición. Si México ha logrado mantener un lugar en la historia formando parte activa de su espectáculo, se debe a este tipo de triunfos capaces de revolucionar a generaciones. Nunca será fácil, ni barato, promover el automovilismo mexicano. Sostener este tipo de afición y profesión es casi un apostolado. Esta victoria es combustible para todos los patrocinadores, empresarios, mecenas y aficionados, que siguen viendo en los Pérez y los Rodríguez, un motor para continuar desarrollando pilotos, circuitos y equipos.