Malecón


Malecón
Joel Isaías Barraza Verduzco
El progreso es imposible sin el cambio, y aquellos que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada. George Bernard Shaw.
Una breve historia de la Guillotina y otras muchas preguntas (sobre una sociedad crucificada, decapitada y moribu
● nda)
El pasado 26 de marzo se cumplieron 208 años de la muerte del inventor de la guillotina, Joseph Ignace Guillotin, quien murió de muerte natural en 1814. Este médico francés, convenció a los legisladores de su época, de la necesidad de crear un artefacto y un método menos cruel y más humanitario que la espada y el hacha, método lento y doloroso que se usaba para las decapitaciones en la aplicación de la pena de muerte. Siendo así que el artefacto de la muerte legal fue diseñado y construido por Antoine Louis, acarreando la frustración del médico que siempre deploró le pusieran su nombre.
El primero en perder la cabeza bajo la cuchilla de la guillotina fue el ladrón y asesino francés Nicolás Jacques Pelletier, cayendo su cabeza en la cesta de mimbre el 27 de mayo de 1792.
Uno de los famosos miembros de la realeza que también perdió la cabeza en la máquina de la muerte fue Luis XVI de Francia, el 21 de enero de 1793. Acotan los historiadores que, a partir de la Revolución Francesa, un total de 15 mil ciudadanos recibieron la aplicación de la muerte democrática, sin privilegios ni torturas, sin importar la edad, el sexo y la clase social a que se perteneciera.
El 10 de septiembre de 1977, el tunecino Hamida Djandoubi, culpado de asesinato, fue el último en perder la cabeza ante esta famosa máquina de la muerte. La pena de muerte fue derogada en Francia pocos años después.
Existe un marcado interés por todas los artefactos, instrumentos y máquinas de tortura y de la muerte a lo largo de la historia; incluyendo la cruz, el potro, la horca, la guillotina y la silla eléctrica.
Sin intención de ofender a nadie, como mero razonamiento, debiéramos preguntarnos: ¿Si en lugar de morir en la Santa Cruz, Jesús de Nazaret hubiera muerto en la horca, la silla eléctrica o la guillotina, en los templos cristianos se estuviera adorando como objeto de culto y veneración a la Santa Horca, la Santa Guillotina, o la Santa Silla Eléctrica?
Siendo así que ya habiendo comenzado solo a elaborar esas preguntas, sólo nos queda continuar aquí, en grupo, estimados lectores, para ser todos culpables o todos inocentes… ¿y por qué? Preguntarán algunos, y yo respondo, desde este sitio en el que algunas veces me escondo para poder encontrarme:
Si no hay respuestas, entonces nos vemos obligados a elaborar nuevas preguntas, o recordar algunas que ya se estaban haciendo viejas, como:
¿Por qué habiendo tantos dioses se han vuelto tan escasos los milagros? ¿Por qué los servidores ya no sirven, por qué los funcionarios no funcionan? ¿Por qué los directores ya no dirigen? ¿Por qué los directores administran y los administradores dirigen? ¿Por qué los informadores desinforman y los periodistas mueren periódicamente? ¿Por qué los vigilantes no vigilan y los tenemos que vigilar? ¿Por qué los rateros ya no trabajan a ratos sino a todas horas? ¿Por qué los educadores no se educan, por qué los profesores no profesan y los maestros no tienen maestría? ¿porqué los narcotraficantes no sólo trafican narcóticos, sino que piratean, secuestran, asesinan, esclavizan y siembran además de mariguana y amapola el terror y la violencia? ¿Por qué los indios no son de la India? ¿Por qué el café sin cafeína? ¿Por qué la civilización se ha llenado de barbaros y salvajes? ¿por qué estamos llenos de vacíos? ¿Por qué los niños trabajan, viven y enferman como adultos? ¿Por qué los padres sepultan a los hijos? ¿Por qué los homosexuales salen del closet en tropel exigiendo sus derechos? ¿Por qué el campesino ya no tiene tierras y los albañiles no tienen casa? ¿Por qué abandonan el hogar las mujeres? ¿Por qué no atienden los empleados? ¿Por qué las enfermeras maltratan a los enfermos, por qué los enfermos son los pacientes y los médicos los impacientes? ¿Por qué el terror tomó la vía pública? ¿Por qué los cenotafios invaden nuestras calles? ¿Por qué nuestros jardines parecen camposantos, por qué los camposantos parecen ciudades? ¿Por qué los cultos invaden a los incultos, mientras la cultura desfallece en manos ignorantes?
Todos los días intentamos comprender un problema como parte de su solución. Porque si no podemos conseguir una mejor comprensión de nuestra vida en sociedad, ¿cómo podemos esperar que mejore? Durante los últimos años, envueltos en esta crisis, los científicos sociales, entre ellos los antropólogos, hemos destacado el hecho de algunos aspectos de la vida social que parecen no guardar relación entre sí, pero, en realidad si están relacionados. Sabemos que cualquier cambio en una parte de la cultura afecta a las otras partes, a veces de una manera que puede hacer que a simple vista pase desapercibida. Muchas veces sucede que ni aquellos cuya vida se ve más afectada por lo que les sucede perciben la relación entre sus partes. Siendo así que no podemos aspira a comprender por qué se transforma un aspecto concreto de nuestro estilo de vida en nuestra sociedad, si lo miramos como algo aislado, sino tratamos de entender su relación con todos los otros cambios que se producen y, sobre todo, con los que consideramos más importantes.
Debemos reafirmar la importancia del esfuerzo racional del conocimiento objetivo para poder salvar la salud y renovación de nuestras vidas, así que seguiremos intentando con diversas colaboraciones y ensayos, la búsqueda razonada de una comprensión objetiva de nuestra naturaleza y nuestra cultura, tratando de recuperar la herencia más valiosa de nuestra civilización. Aquí, lo hemos intentado con muchas preguntas a partir de un solo hecho; luego, también lo intentaremos desde un hoy, que nos acorrala entre la estética de la belleza y la violencia; pues alguien dijo que… “hay voces que sería mejor callar, cuando no tienen canto.”
antropologo51@gmail.com

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