Niñez sin austeridad


Los efectos positivos de la educación son muchos y de gran alcance en el desarrollo de los Estados nación. Steven Pinker nos menciona en su libro En Defensa de la Ilustración: “La educación trae consigo dones que exceden con creces los conocimientos prácticos y crecimiento económico: las mejoras educativas de hoy se traducirán mañana en un país más democrático y pacífico”, así podemos inferir que los criterios para llegar a esta democracia pacífica deberán entonces, traer consigo una reducción en las grandes desigualdades entre personas de diferentes estratos sociales y económicos.

La desigualdad es una condición que genera pobreza e injusticia, lamentablemente México es uno de los países con mayor desigualdad en el contexto latinoamericano y a nivel mundial.

De las personas que viven en contextos de pobreza, existe un grupo especialmente vulnerable: las niñas, niños y adolescentes jornaleros agrícolas, en específico quienes migran dentro del país. De acuerdo con el casi extinto Instituto Nacional de Evaluación Educativa, en el 2016 se estimaban entre 280 y 360 mil niñas, niños y adolescentes en edad escolar en condición de movilidad; con un alto nivel de probabilidad de abandonar su educación básica y continuar en el trabajo agrícola.

Estas niñas y niños tienen ya, limitaciones considerables en su acceso a derechos básicos como la salud, nutrición, desarrollo y una vida libre de violencia y explotación. Cabe mencionar que, con la actual caída del PIB, millones de ellos se sumarán a las filas del trabajo infantil coartando su desarrollo.

Es así que el Estado mexicano como firmante y ratificante de la Convención de los Derechos del Niño, debería establecer las condiciones para garantizar que esta población tenga pleno acceso a sus derechos, así como generar los mecanismos de acción para su cuidado. En el pasado se diseñaron los programas especiales de Atención a la Educación de Jornaleros Agrícolas y Apoyo a la Educación Indígena, los cuales no fueron tan eficientes como debieron ser, dejando a muchas de ellas y ellos casi en las mismas condiciones. Sin embargo, la desaparición de estos programas dejó sin protección y oportunidades a la niñez que vive en mayores condiciones de vulnerabilidad.

Si como nación sepultamos las oportunidades de educación para millones de niñas, niños y adolescentes, estaremos dilapidando nuestro posible desarrollo pacifista e incluyente.

Como sociedad nos corresponde visibilizar las problemáticas, hacer uso de las herramientas de presión política digitales y acercarlas a otras y otros. Ahora mismo es momento de actuar.

* Director de Incidencia en Políticas Públicas y Movilización en WorldVision México



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