Operación cicatriz y disciplina partidista en Morena


Lo esperado ya aconteció, el ungimiento de la ex priista Clara Luz Flores, alcaldesa con licencia de Escobedo como abanderada de Morena en la lucha electoral por la gubernatura de Nuevo León, produjo un explosivo descontento en las bases de ese partido, las cuales se sienten traicionadas por la Comisión Nacional de Elecciones (CNE) del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), creen que con la ayuda del INE se impuso a Mario Delgado para que los tránsfugas del PRI se adueñaran de Morena, dando origen a un PRImor, hecho que según ellos se confirma en Nuevo León con la imposición de Clara Luz.

Veamos, en tres actos, una síntesis de los antecedentes de lo que para los morenistas locales es un proceso de “PRImorización”:

Primer acto. Como se recordará, después de los constantes intentos de Yeidckol Polevnsky por perpetuarse en la dirigencia nacional de Morena, los conflictos internos generados principalmente por ella, al no poderse resolver internamente por la vía del diálogo político, se judicializaron; el principal fue la inconsistencia del padrón de militantes que, paradójicamente, estaba bajo su control. El Tepjf emite una resolución en el sentido de que la sucesión de la dirigencia nacional se decidiera por medio de una encuesta, correspondiéndole al INE la ejecución de esa resolución.

Pero, como bien dice Jürgen Habermas, “no basta con que las pretensiones en conflicto se transformen en pretensiones jurídicas y por vía de una demanda ante los tribunales se decidan de forma jurídicamente vinculante. Los fallos emitidos, para cumplir la función sociointegradora que ha de ejercer el orden jurídico y satisfacer a la pretensión de legitimidad del derecho, han de cumplir a la vez los requisitos de representar decisiones consistentes y de ser racionalmente aceptables (Facticidad y validez, p. 267).

Y es el caso que la manera como el INE ejecutó la resolución del Tepjf no representó una decisión jurídicamente consistente y, por ende, tampoco es jurídicamente aceptable; entre otras razones porque (1) la encuesta se aplicó no solo a los militantes de Morena, sino a una cifra representativa del universo de los sufragantes, fueran o no morenistas; y (2) porque, a diferencia de una elección en la que puede haber observadores hasta del extranjero que pueden verificar la legalidad del acto, en el caso en cuestión prevaleció la opacidad de tres empresas encuestadoras, cada una realizó no una, sino tres encuestas, en las primeras dos el ganador fue Porfirio Muñoz Ledo, pero en ambas se determinó que debido a que la diferencia era mínima, tenía que calificarse como un empate técnico; y, en la tercera, se declaró triunfador a Mario Delgado.

Estos hechos justifican el enojo de los morenistas, pues con todo y el hálito de legalidad que matizó esos hechos, no dejan de ser un acto de arbitrariedad (o, mejor, de corrupción legal), porque se arrebató el derecho de los militantes a elegir a sus dirigentes.

Segundo acto. Apenas había amainado el enfado de la militancia activa de Morena Nuevo León por lo que consideran una imposición de Mario Delgado (a nivel nacional fue un choque de trenes entre Delgado y Muñoz Ledo) cuando, estando en espera del destape de Tatiana Clouthier, la destapada fue Clara Luz. En múltiples deliberaciones habían acordado no aceptarla, en caso de que la quisieran imponer, pero tampoco, en lo que va del gobierno de AMLO, nada se hizo por construir candidaturas alternas, todo se dejó a la suerte, lo prioritario fue dirimir los conflictos internos. Lo que es comprensible, ya que Morena es, además de un proyecto de nación, un partido apenas en proceso de construcción.

Tercer acto. Éste, que aún no comienza, se habrá de constituir por un proceso de operación cicatriz fundado en el principio de disciplina partidista. En otros partidos este principio significa disciplina ciega a la dirección central y, la operación cicatriz, solo alcanza a los aspirantes a la gubernatura descalificados. Las bases no se mueven si alguien de arriba no las mueve, y a los aspirantes a la gubernatura perdidosos, se les contenta con candidaturas a diputaciones, por ejemplo.

En Morena, en cambio, el principio de disciplina partidista que se impulsa no tiene su fundamento en un acto de sumisión de los militantes al CEN, lo que significaría una renuncia a la razón, sino en un acto de conocimiento y reconocimiento; es decir, se reconoce que el CEN está por encima del militante en buenas razones y perspectiva de análisis, en consecuencia, su juicio es preferente, aceptable, tiene primacía con respecto al propio.

Vistas, así las cosas, si Mario Delgado quiere obtener de la militancia de Nuevo León la disciplina partidista, como operación cicatriz tendrá que venir a exponer a la militancia sus buenas razones —si es que las tiene—pues, según su dicho, es prioritario ganar la gubernatura de Nuevo León, motivo por el cual, dijo, se tuvo que tomar una decisión pragmática.



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